Opinión

Salvo honrosas excepciones… la justicia es otra porquería

Por: Fernando Cillóniz Benavides

Cuando una persona asume un cargo público, lo primero que pregunta la gente es si el susodicho tiene denuncias en su contra. Y si ese fuera el caso ¡tate! ¡El tipo no califica! ¿Cómo va a calificar si tiene una denuncia en su contra? Y si tiene más, peor aún. No preguntan quién denunció, ni por qué.

Tampoco preguntan por la integridad del fiscal que admitió la denuncia, ni si el denunciante es un tipo corrupto, chantajista, o simplemente una persona maliciosa y vengativa, como suele haber, y en abundancia, en nuestro país.

Yo puedo dar fe de ello. Según una fiscal que archivó una de las tantas denuncias que tuve en mi contra – denuncia claramente maliciosa y sin sustento – ¡el 70% de las denuncias que se presentan ante las fiscalías de todo el país son maliciosas! Y, por ende, terminan archivándose.

Hay personas – miles de personas – muy corruptas e inescrupulosas que son caseritas del Ministerio Público. Se mueven en él como Pedro en su casa. Denuncian a todo aquel que se les cruce por su camino. De eso viven. ¡Son unos miserables!

La pregunta es ¿acaso no hay corrupción en el Ministerio Público? ¿Y el Poder Judicial, acaso no está plagado de jueces y funcionarios administrativos corruptos? ¿Por qué nadie pregunta por ello cuando una persona tiene antecedentes fiscales y judiciales en su contra? ¡Cuántos peruanos inocentes habrán sido acusados y / o sentenciados por fiscales y jueces como César Hinostroza, Walter Ríos, Guido Águila, Iván Noguera y demás! ¡Cuántos magistrados tipo Los Cuellos Blancos del Puerto hay –ahora – en el Poder Judicial y Ministerio Público! Peor aún ¡cuántos delincuentes han sido exculpados por jueces y fiscales corruptos!

Ahora bien – valgan verdades – así como hay corrupción, hay también probidad en el Ministerio Público y en el Poder Judicial. Y lo mismo ocurre en los demás poderes del Estado. Puede parecer extraño, pero así es… la corrupción convive con la probidad. Tal cual la parábola del trigo y la cizaña. No obstante, este artículo se refiere a aquellos lobos disfrazados de corderos – tremendos corruptos y sinvergüenzas – que recurren a cada rato al Ministerio Público para denunciar a los buenos funcionarios estatales, quienes con su accionar honesto y responsable, impiden a los corruptos realizar sus fechorías.

En realidad, se trata de una táctica muy efectiva de las mafias enquistadas en el Estado. Ahuyentar a los buenos funcionarios públicos, denunciándolos maliciosamente por todo tipo de delitos. El objetivo es –claramente – alejar a los buenos funcionarios del Estado, para que ellos –los corruptos – sigan haciendo de las suyas.

Así es pues la nuez en el Estado. Salvo honrosas excepciones, la política es una porquería. Y salvo también otras honrosas excepciones, la justicia es otra porquería.

(*) Exgobernador regional de Ica

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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