Opinión

Los 201 años del Congreso

Por: Martín Valdivia Rodríguez

“El hombre es un animal político”, lo dijo Aristóteles en su obra “Política”, cientos de años antes de Cristo. Y lo es porque posee la inteligencia y la capacidad necesarias para relacionarse políticamente con el propósito de crear y organizar sociedades y ciudades. Eso es, precisamente, lo que diferencia al ser humano de los demás animales. Todos los políticos no son malos, en la historia del Congreso de la República del Perú hubo y hay aún muchos parlamentarios honorables, responsables y capaces. Ayer el Congreso celebró su 201° aniversario y los buenos parlamentarios merecen la gratitud y el reconocimiento de todos los peruanos.

El Congreso de la República fue creado por Decreto N°146, del 27 de diciembre de 1821, e inició sus sesiones 20 de setiembre de 1822. El primer presidente del Legislativo fue el doctor Francisco Javier de Luna Pizarro Pacheco, una de las mayores figuras intelectuales y políticas del Perú de principios de la República.

Luna Pizarro —una calle de Lima lleva su nombre— fue un abnegado patriota que, con gran firmeza de carácter, defendió con pundonor las ideas liberales y, a pesar de su edad y sus enfermedades, no doblegó su honor, su dignidad ni su conciencia frente a las innumerables persecuciones de las que fue objeto. Fue arzobispo de Lima de 1846 a 1855, diputado por Arequipa, senador de la República, y presidente de los Congresos Constituyentes de 1822, 1828 y 1834. Se desempeñó, además, como rector del Colegio de Medicina de San Fernando de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

A lo largo de la historia política del Perú, hasta hace algunos quinquenios, no solo los presidentes del Congreso, sino también los parlamentarios, prácticamente sin excepción, eran prominentes intelectuales, personas con vocación de servicio y muy preparadas, cualquiera que fuera su posición política. Por el Congreso han pasado personalidades como Toribio Rodríguez de Mendoza, Hipólito Unanue y José de la Mar. O Luis Bedoya Reyes, Alberto Sánchez o Javier Diez Canseco, en tiempos más pretéritos.

Los tiempos han cambiado, pues ahora en el Congreso tenemos a muchos parlamentarios que con sólo escucharlos hablar nos podemos dar cuenta de su escaso nivel cultural y sus defectos concernientes a los valores morales. Tenemos desde “mochasueldos” hasta personas de cuyas tesis universitarias tienen huellas evidentes de plagio. Sin embargo, aún hay congresistas que sí merecen ser llamados “padres de la patria”. Son pocos, pero son, como decía César Vallejo en su poema “Los heraldos negros”. Un saludo para todos ellos. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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