Opinión

¿Cómo frenar a las barras bravas? (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Métodos como el adoptado por el Gobierno peruano, que decidió que los próximos partidos de Alianza Lima y Universitario de Deportes se jueguen sin público en las tribunas populares, generalmente ocupadas por las barras bravas, ya se han aplicado en otros países. En el 2006, en Argentina, la AFA dispuso que en los partidos solo se permita el ingreso de los hinchas locales. El año pasado, en México, la Liga BBVA MX también ordenó que se prohíba el ingreso de las barras visitantes. En ninguno de estos dos países esas ideas fueron solución y tuvieron que anularse.

El fenómeno de las barras bravas no es nuevo. Sus inicios se remontan a las postrimerías del siglo XIX, cuando en Inglaterra nacieron los hooligans, término que aparece por primera vez en 1898 en un parte policial que publicó The Times. Sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, utilizó el término “hooliganismo” para referirse a actos violentos en uno de sus relatos. Posteriormente el término se asoció al vandalismo causado por los hinchas del fútbol y se exportó a todos los confines de Europa, adoptando otros nombres, como tifosis en Italia y ultras en España.

A Sudamérica el fenómeno de las barras bravas llegó en la década de 1920. Una de las primeras fue la de San Lorenzo, denominada “Barra de la goma” porque rellenaban la goma (cámara) de las llantas de bicicleta con arena para atacar a los hinchas de los equipos rivales. Recién en la década de los 80 este tipo de violencia llegó a Chile, Paraguay, Ecuador y Perú. Y se fue extendiendo por otros países como Honduras, Costa Rica, Guatemala, México y Colombia.

En ninguno de los países mencionados, una medida restrictiva como el cierre total o parcial de los estadios fue la solución. A lo sumo, sólo fue una amenaza con efecto perecible, pues después los vándalos volvieron a las andadas.

En asunto es más complejo. Además de atacar el problema desde sus orígenes, en los hogares y las aulas, donde se forman la personalidad, cualidades y defectos de los individuos, es necesario poner bajo la lupa su funcionamiento. Porque las barras bravas son organizaciones y, como tales, se mueven dentro de una estructura. Sus miembros, entre ellos sus líderes, que pueden ser personas vinculadas al hampa, muchas veces tienen cierta relación con las dirigencias de los clubes, que los proveen de entradas, pasajes para viajar al interior del país y otros beneficios. Incluso tienen cercanía y comunicación con algunos jugadores. Todos estos temas tienen que tratar los especialistas encargados de darle solución al problema por el bien de nuestra sociedad. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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