Opinión

Se derrumba Castillo

Por: Víctor García Toma

La remoción del cuasi no nato Gabinete Valer ha generado varias opciones para salir de la crisis. La primera es que, atendiendo a un clamor nacional, se le pide al presidente de la República en un acto de contrición que promueva su renuncia. Debe de entender que hay cargos y hay responsabilidades para las cuales no todos estamos preparados y, muy particularmente, para la presidencia de la República, cargo que implica un sacrificio frente a la vanidad que genera el poder. Pero es necesario y conveniente hacer un acto de enmienda de propósito: no se debió nunca postular para un cargo para el que se está preparado.

La segunda opción, la misma que empieza a crecer sostenidamente, es la vacancia por incapacidad moral, entendiéndose que a lo largo estos meses el presidente de la República ha venido sosteniendo una conducta que deslinda con la idea de lo bueno, lo correcto, lo debido y de lo moralmente deseable. Prueba de ello es el agradecimiento por los actos generados en “favor de la Nación” del inefable Bruno Pacheco; o la actitud inerte frente a los casos de corrupción que se han dado en el Ministerio Salud y los nombramientos a lo largo y ancho de toda la administración pública donde no se han cumplido requisitos, se han festinado trámites o se han nombrado a personas que han estado vinculados con el terrorismo.

La tercera opción, a la vez la más precaria desde mi punto de vista, es la conformación de un último Gabinete. En esa perspectiva, se requeriría que el presidente Castillo renuncie en los hechos a su condición de jefe de Gobierno, mantenga la condición de jefe de Estado y traslade las responsabilidades de la dirección de Gobierno a un nuevo presidente del Consejo de Ministros que tenga una serie de características que van más allá de la mera coordinación; que va más allá de ser el primer portavoz del mandatario y que se convierta en el conducto central del Poder Ejecutivo.

Eso implicará la designación de una personalidad políticamente idónea, eficiente y brillante diría yo; con conocimientos en el manejo del aparato público, con capacidad de poder convencer y persuadir a los más remisos de que es posible volver a comenzar. Esta opción, que está abierta, que es la más lejana, sin embargo, es la que jugará el presidente. Ojalá, por el bien suyo, pero fundamentalmente por el bien del país, no se vuelva a equivocar.

(*) Expresidente del Tribunal Constitucional

(*) Exministro de Justicia

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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