Opinión

Retener a nuestros valores

Por: César Picciotti

Hace algunos años un fenómeno de importante repercusión se viene repitiendo casi como un mantra en nuestro voleibol: las jóvenes promesas que surgen de las canteras de los clubes se van a los Estados Unidos. Así es, emigran atraídas por becas de estudio que muchas veces son casi como pasaportes de vida, una tabla de salvación para hogares carentes de recursos y que ven en esta opción una manera de solucionar sus problemas económicos.

Es más, muchos padres incentivan a sus hijas a jugar voleibol y pertenecer a un club con la finalidad que terminen pidiendo una beca a alguna universidad norteamericana. Estudiar y luego quedarse a vivir allá es el sueño de más de una jugadora, seamos francos.

Y eso no está mal. Lo malo está en que nuestras autoridades deportivas, llámense Instituto Peruano del Deporte (IPD), Federación Peruana de Voleibol (FPV) y diversas universidades nacionales no ponen el menor empeño en diseñar políticas de retención de talentos mediante becas sustantivamente atractivas como para que esa joven promesa no tenga que emigrar al extranjero.

Que yo sepa, no hay ningún proyecto diseñado para ese fin. Ninguno. Y nadie le quiere poner el cascabel al gato. Todas estas instituciones se miran de reojo y comienzan a cantar el conocido “gran bonetón”, dejando pasar el tiempo y con él, la posibilidad de retener a numerosos talentos que – muchas veces – nunca más retornan al país.

Recordamos a Natalia Málaga sufriendo para armar una decorosa selección juvenil de voleibol. Ella decía: “las mejores están en Estados Unidos”, se las llevan y, lo peor de todo, no quieren prestarlas para que defiendan los colores de su país. Y esa es la realidad. Ejemplos hay de sobra, tanto en el pasado como en el presente. Ahí están las chicas que emigraron hace años como – Luciana del Valle, Nair Canessa, Barbara Briceño, Valentina Carrasco, Nayeli Vílchez, y me canso de escribir nombre. Algunas vuelven, caso Gina López, Nicole Abreu, Aixa Vigil, Valeria Takeda, entre otras. Pero eso no es lo común. Hay que precisar que, detrás de cada jugadora hay años de inversión horas/hombre, derechos de formación, etc, etc. Recordamos a María Fernanda Cisneros, una jovencita de tarapotina que militó una temporada en Latino Amisa y eso le valió para conseguir la beca a los Estados Unidos. Ahora ella destaca en su universidad.

En resumen. Aquí no criticamos el hecho de encontrar un mejor futuro tanto académico como profesional por parte de las deportistas que deciden emigrar a los Estados Unidos amparadas en su desempeño como voleibolistas. Lo que nos molesta es la forma cómo se encara este problema que lo vivimos cada vez que un equipo de categoría promocional se prepara para una competencia internacional: no hay jugadoras.

Que las autoridades competentes se sienten en una mesa y comiencen a diseñar esas políticas de retención de talentos que desde hace años se pide. De lo contrario esta “sangría” de gente joven y valiosa que emigra a estudiar fuera del país, será el pan de cada día para nuestro ya alicaído voleibol nacional.

(*) Periodista y dirigente deportivo

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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