Opinión

Necedad constitucional

Por: Antero Flores-Araoz

Un reciente evento llevado a cabo en el auditorio “Raúl Porras Barrenechea”, antiguo hemiciclo del ex Senado de la República, organizado por delegados peruanos al Parlamento Andino con la finalidad de hacer recuerdo de la Constitución de 1993 y de sus autores, nos ha llevado a hacer algunas remembranzas y reflexiones.

La Constitución de 1993 preparada por el llamado “Congreso Constituyente Democrático” en el año 1992, se originó en una transacción política, para superar el autogolpe de Estado del 5 de abril de aquel año, por el cual el presidente de entonces permaneció en el poder, de acuerdo a su intención y, disolvió por la vía de los hechos al Congreso de la República tomando, directa o indirectamente, los demás poderes y organismos autónomos del Estado. Inusitadamente la población, con abrumadora mayoría, apoyó el autogolpe y la oposición, disminuida y sin tener tribuna ni prensa para exponer sus ideas, se vio obligada a recurrir a la OEA, que, haciendo de bisagra entre el convertido gobierno de facto y los partidos opositores expulsados del Parlamento, logró un acuerdo razonable.

Antes de dicho acuerdo transaccional, parte de los congresistas que estuvimos en la Asamblea de la Unión Parlamentaria realizada en Camerún, viajamos a Miami a solicitarle a Máximo San Román que era el vicepresidente del país y que se encontraba temporalmente en esa ciudad, nos acompañara a Washington a pedir el apoyo de la OEA, como así fue. Esto fue el preámbulo de la presencia del gobierno peruano y de la representación de la oposición, constituida por el autor de esta columna y por Pedro Cateriano, en la Asamblea de la OEA del 18 de mayo de 1992, en que con la cooperación del excanciller uruguayo Héctor Gross Spiel, se propuso la convocatoria a un congreso constituyente que pergeñe una nueva ley de leyes para el Perú.

Digo que fue una salida transaccional, pues el presidente quedó en el Palacio de Pizarro y se eligió un nuevo Congreso, para lo cual el pretexto fue una nueva Carta Magna, pero el momento era tan grave que había que hacerlo y así se hizo. Hubo lo que se llama momento constituyente pues tenía que salirse del serio enfrentamiento político de aquel entonces, que era simultáneo al accionar del terrorismo representado por Sendero Luminoso y el MRTA.

El resultado, con virtudes y defectos –pues nada es perfecto en este mundo–, fue positivo y se tiene una Constitución que ya es la tercera entre las de mayor duración que hemos tenido y que ha permitido un crecimiento constante del Perú por cerca de 30 años, reducción de la pobreza y aumento del empleo, por supuesto prepandemia. ¿La Constitución es la autora? No, pero ha sido la herramienta para que crezca la inversión, dadas las garantías que propugna, inversión que ha generado más puestos de trabajo y elevación de niveles de vida.

Hoy no estamos en ningún “momento constitucional” y no se requiere cambio de constitución, aunque sí algunas enmiendas para su mejoría. Recordemos que la perseverancia es una virtud para persistir en bondades, pero cuando se persiste en propósitos y temas inconvenientes es necedad, como está sucediendo con la insistencia de buscar una nueva Constitución.

(*) Excongresista de la República

(*) Expresidente del Consejo de Ministros

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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