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Monseñor Luis Bambarén: El Obispo de los Pueblos Jóvenes

Querido padre que luchó por los más pobres falleció víctima del COVID-19

Sólo el COVID-19 pudo con él. No las dictaduras, no Sendero Luminoso, no la pobreza de su Chimbote añorado. Ayer, uno de los sacerdotes más queridos y emblemáticos para la feligresía católica, Monseñor Luis Bambarén Gastelumendi, dejó de existir a los 93 años de edad, llevándose consigo una rica historia de amor y solidaridad con el prójimo, sin ser ajeno a la realidad nacional de la que nunca se corrió, dando mil batallas en defensa de los que menos tienen.

Su nombre de pila fue Luis Armando, siendo el quinto hijo de ocho hermanos. Vino al mundo un 14 de enero de 1928 en la ciudad de Yungay. Sus padres –Alfredo Bambarén Figueroa y Luisa Gastelumendi– le inculcaron desde pequeño los valores y la mística católica. No en vano dos de sus hermanas fueron también religiosas. “Era un niño muy humilde. Solía ir a misa acompañado de sus padres y hermanos. Nunca se supo que esa familia tuviera algún tipo de conflicto. Eran muy dadivosos”, señala Arturo Bendezú, nieto de uno de los mejores amigos de monseñor.

Al comienzo de su vida adulta tuvo dudas de seguir adelante con el ministerio pastoral. De hecho, comenzó su vínculo con los jesuitas, como novicio, el 20 de abril de 1944. En Lima estudió Letras, viajando a España en 1949 para estudiar filosofía. Por un tiempo su vida estaba dividida entre Perú y España, ingresando finalmente – en 1955– a la Facultad de Teología en Granada, España. Ya en tierras madrileñas y convencido de su vocación de servicio, se ordena sacerdote el 15 de julio de 1958, celebrando su primera misa en la fiesta de la Virgen del Carmen un 16 de julio de ese mismo año.

Ya en Lima, ejerce la docencia en el colegio La Inmaculada entre 1961 y 1964, siendo nombrado posteriormente como rector del Colegio San Ignacio de Loyola de Piura en 1965, donde funda el Instituto de Mecánica Agrícola e Industrial Loyola. Esos años tuvo mucho contacto con los pobladores de esa ciudad, pese a sus recargadas ocupaciones como docente. Con ellos compartió horas de trabajo y solidaridad, surgiendo en su interior lo que años después se conocería como “la opción por los pobres”, una frase que la Iglesia Católica puso muy de moda en los años 60, luego del famoso Concilio Vaticano II convocado por el Papa Juan XXIII.

TRABAJANDO POR LOS MÁS OLVIDADOS

En 1968, el Vaticano lo nombra Obispo Auxiliar de Lima. Fue el entonces cardenal limeño, Juan Landázuri Ricketts, quien lo unge como tal. Ya por esa época, monseñor Bambarén comienza a hacerse conocido por abrazar las causas perdidas. Juan Velasco Alvarado ya había usurpado el poder y sus órdenes eran cumplidas con estricta disciplina castrense. El joven obispo comienza entonces su peregrinación por las distintas “barriadas” (como antes se conocía a los barrios populares), bautizándolos como Pueblos Jóvenes.

Pero un hecho impactante marca el devenir de la vida sacerdotal de monseñor Bambarén: su enfrentamiento a la dictadura de Velasco que terminó con su encarcelamiento por parte del entonces ministro del Interior, general Armando Artola Azcárate. Era mayo de 1971 cuando un numeroso grupo de familias sin techo ocupan extensos terrenos en la zona de Pamplona Alta. La policía inició un operativo para desalojarlos no sin antes provocar una serie de altercados que terminó con decenas de pobladores heridos.

Al frente de ellos, Monseñor Bambarén apareció como el adalid de sus luchas, apoyando a esos pobladores hasta lograr su reubicación en los extensos desiertos del sur de Lima. Así nacería lo que hoy conocemos como el distrito de Villa El Salvador, un 16 de mayo de 1971. Incómodo para el gobierno, el ministro Artola ordena la detención de Bambarén, lo que provocó no sólo la indignación de la comunidad nacional e internacional, sino también la destitución de Artola Azcárate como titular del Interior. A partir de ese hecho, a monseñor Bambarén se le conoce con el apelativo de “Obispo de los Pueblos Jóvenes”.

QUERIDO Y ODIADO

El devenir sacerdotal de Bambarén Gastelumendi fue alabado por muchos y criticado por otros. Sectores de la derecha peruana lo sindicaban como el “cura rojo” por su compromiso con los más pobres. Sus enemigos, incluso, llegaron a soltar la “información” de que Bambarén poseía un anillo dorado con la hoz y el martillo como figura principal. Se dijo también que era protector del sacerdote Gustavo Gutiérrez, representante de la Teología de la Liberación en el Perú.

Pese a estas acusaciones, monseñor nunca dejó de luchar contra Sedero Luminoso, ya en los años 80. Su oposición contra los ataques de los terroristas le costó muchas amenazas que felizmente nunca se concretaron. En 1997, fue nombrado Secretario de la Conferencia Episcopal Peruana y también Presidente de la Comisión de Comunicación Social del Episcopado (Conamcos). Su voz siempre fue querida y respetada. Ya retirado, y siendo obispo emérito de Chimbote, lo sorprende la muerte a la avanzada edad de 93 años. “No le tengo miedo a la muerte, porque sé que allí, en ese lugar amado, estaré al lado de mi Señor. Qué mejor regalo para mi alma”, dijo alguna vez. Hoy, en efecto, debe estar gozando de esa dicha infinita.

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