Opinión

Mi infausta madrastra

Por: César Ortiz Anderson

Luego del estupor e indignación de enterarme que tenía una madrastra, me he demorado por problemas de salud en reaccionar. Ella, de forma pública, anunció ello en cadena nacional. Yo y mis más de 33 millones de hermanos, nos dimos cuenta de que no podíamos hacer nada.

Ella ha tomado los bienes, propiedades y decisiones de esta familia llamada Perú. Realmente, ella es una sobreviviente.

Después de que el jefe de familia fue apresado por intentar tomar el control sin respeto de las leyes, el pobre onagro ya solo rebuzna a lo lejos y, felizmente, casi no se le oye. Solo dejó malos recuerdos, al igual que el cholo sano y sagrado, pero lo que sí dejó fue un hogar sin esperanza, confianza y destruido.

Desde su llegada por sucesión constitucional, solo ha maltratado a todos sus hijastros. Primero, destruyó la economía familiar, evitando además que podamos mejorar nuestra economía. Los hermanos más pudientes han dejado de invertir y, menos aún, de ayudar a otros hermanos, por las pésimas decisiones y malos administradores de los recursos. Los hermanos que trabajan esforzadamente ya no les alcanzan los recursos para poder vivir dignamente y los que son menos favorecidos solo esperan poder sobrevivir.

De forma cruel, además, va solidificando que no podamos salir adelante mediante la educación, ya que es a veces inalcanzable y, cuando lo es, nos condena a ser una réplica del jefe de familia. Con suerte, muchos podrían ser analfabetos funcionales. Todos los hermanos rezamos por no enfermarnos. Ella dice a los vientos que todos tenemos atención médica, cuando en realidad cada vez tenemos más enfermos y mal atendidos. Lo cierto es que cada día perdemos más hermanos por falta de una atención adecuada.

Para hacernos la vida lúdica y que podamos entretenernos cada día, se le ocurrió incentivar a la delincuencia y así nuestras vidas pasaron a ser un juego de sobrevivencia cotidiana. Tenemos que estar en permanente alerta, sufrimos un sinfín de ataques, nos roban y extorsionan día a día. Incluso, muchos son víctimas mortales de esta nueva pandemia. Toda esta trama se ve incentivada contratando personajes que pueden hacer este drama cada día peor. Los demás problemas, como la corrupción, impunidad, abuso de poder, pueden esperar.

Con la firme convicción de haberse declarado nuestra madrastra, porque una madre no trata así a sus hijos y hay también, por cierto, buenas madrastras, no ella por supuesto, ha decidido que suframos hasta el año 2026.

Ya está pactado para que todos se queden hasta esa fecha, los unos y los otros. Solo ruego a Dios que el tiempo genere la justa condena de quienes hoy nos maltratan y abusan y nosotros, los más de 33 millones de hijastros, encontremos al menos la tranquilidad y el resarcimiento de nuestro sufrimiento.

(*) Presidente de Aprosec

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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