Opinión

Las “capacidades expresivas”

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Lo habíamos advertido en esta ventana. En el actual Congreso de la República hay pocas personas que se expresen con la claridad y la elocuencia que se precisan de un político. ¡Y la comunicación es fundamental la labor de un funcionario público! Nos enteramos de que, a través de un documento, la Oficina de Comunicaciones del Legislativo solicitó al oficial mayor, Hugo Rovira, el servicio para entrenar las “capacidades expresivas” de los miembros del Parlamento con la finalidad de “mejorar el lenguaje verbal y no verbal”.

Como decíamos en una columna anterior, no se pide que los congresistas sean grandes oradores, como aquellos de antaño que podían polemizar durante horas y horas sobre diversos temas porque eran dueños de una amplia cultura general y locuacidad. El ejercicio de la labor congresal no necesariamente precisa de hablar bonito o tener un verbo florido, sino de que se pueda comunicar con claridad. Y de esto último se adolece, ciertamente.

En el mencionado oficio se lee: “Se requiere el servicio de entrenamiento para el desarrollo de capacidades expresivas dirigido a funcionarios del Congreso de la República, con la finalidad de proveer a los funcionarios de un conjunto de conocimientos y prácticas basadas en el lenguaje verbal y no verbal al momento de informar a la población, a través de los medios de comunicación masiva, sobre las actividades y acciones de la institución”.

La política quizá sea la profesión que más se nutre del arte de hablar. La palabra hablada es intrínseca al quehacer político. Tanto, que la forma en que hablan los políticos nos da una idea del tipo de sociedad en que se desempeñan. Hablar bien no es sinónimo de charlatanería, eso que quede claro, porque que no necesariamente comunica mejor el que habla hasta por los codos. Hay algunas culturas, como la inglesa, que inculcan la idea de que, si la persona no tiene algo interesante que decir, es mejor que se abstenga de hablar.

Enhorabuena, entonces, que los actuales congresistas tengan la oportunidad de mejorar sus capacidades expresivas, aunque debemos advertir que, para hablar es necesario tener algo importante que decir. Y ello implica, necesariamente, el conocimiento de temas propios de sus funciones. En esto también hay serias deficiencias. Porque lo digo y escribo siempre lo firmo.

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