Hemos tenido varios planes de seguridad ciudadana, lo malo es que no funcionaron o fueron una solución a medias. Uno de los últimos es el Plan Nacional de Seguridad Ciudadana 2019 – 2023, aprobado por el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (CONASEC), un documento que, como suele suceder, prioriza la forma, la estructuración académica, las normas APA, a desmedro del contenido, de la valía, de la aplicabilidad o utilidad de su contenido. El más reciente es el “plan Boluarte”, del que conocemos solo la declaratoria de emergencia en uno que otro distrito, medida que hasta el momento solo ha dejado decepción.
El aludido plan del CONASEC, que debería estar en vigencia hasta el año en curso, consta de 124 páginas y más parece una tesis universitaria, que tiene mucho cuidado en la metodología discursiva, pero que en realidad es una mera enumeración de conceptos, diagnósticos, enfoques de análisis, recursos de los que se disponen y objetivos. Las estrategias definidas y líneas de acción claras para combatir la delincuencia brillan por su ausencia. Solo planteaba cosas obvias:
“a) Patrullaje por sector; b) Comisarías con las condiciones básicas para el servicio a la ciudadanía; c) Operaciones policiales para reducir los delitos y faltas; d) Unidades especializadas con condiciones básicas para operaciones policiales; y e) Comunidad organizada a favor de la seguridad ciudad”.
Hasta el “plan Bratton”, que aplicó en el 2011 el exalcalde de Lima, Alberto Andrade, y el Plan Local de Seguridad Ciudadana 2017 Actualizado del Cercado de Lima, del Comité Distrital de Seguridad Ciudadana, que ejecutó Luis Castañeda Lossio, aparte de los acápites introductorios, indicadores, estadísticas y otros elementos que describen el problema, sí tenían propuestas precisas.
Como todo fenómeno social, la delincuencia evoluciona, pero los especialistas en seguridad ciudadana, desde los policías hasta los sociólogos y psicólogos, están llamados a actualizar sus análisis, conceptos y soluciones. Ahora tenemos una mayor incidencia de las extorsiones con el cobro de cupos y el sicariato, con asesinatos que dan escalofríos.
La mayoría de estas bandas criminales son dirigidas por delincuentes extranjeros y en muchos casos desde las cárceles. Estos dos elementos, por ejemplo, deben ser analizados con profundidad para realizar un trabajo que, definitivamente, precisa más inteligencia que medidas coercitivas. Hay que identificar, perseguir y atrapar a las bandas. Eso de declarar un distrito en emergencia solo hace que los hampones se vayan a delinquir a otro distrito, como ocurre ahora. Porque que lo que digo y escribo siempre lo firmo.
