Opinión

¡Feliz día del trabajador!

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Aparte de las felicitaciones y agasajos que —por su esfuerzo, empeño y sacrificio— se merecen los trabajadores, hoy toca analizar la importancia de esa actividad llamada trabajo, que a lo largo de la historia se ha constituido en el motor del desarrollo de toda civilización.

Es curioso, la palabra “trabajo” deriva del latín “tripalium”, que era una herramienta parecida a un cepo con tres puntas o pies que se usaba para sujetar caballos o bueyes y así poder herrarlos. También se utilizaba como instrumento de  tortura  para castigar esclavos o presos. De ahí que  “tripaliare”  significa “tortura”, “atormentar”, “causar dolor”. Sin embargo, el significado de trabajo ha cambiado con el tiempo, pues en la actualidad es concebido como “una actividad física o intelectual realizada a cambio de recibir un salario por ello”.

Los políticos tienen la costumbre de llenar de elogios a los trabajadores y prometerles el oro y el moro, pero a la hora de los loros más de las veces les han dado la espalda. Según la teoría del valor de Adam Smith, los bienes que consumen los hombres son producidos por el trabajo propio o de otros y, por ende, una persona será rica o pobre de acuerdo a la cantidad de trabajo que sea capaz de comprar o realizar. Por su parte, Carlos Marx concibió el trabajo como una actividad natural del ser humano que le permite apropiarse de la naturaleza y transformarla para satisfacer sus necesidades infinitas, permitiéndole dar sentido a su vida.

Dogmatismos y prejuicios ideológicos a un lado, Engels y Marx tenían razón. Sin embargo, en materia laboral las sociedades han involucionado y la llamada explotación del hombre por el hombre no solo se da en el ámbito privado, sino también en el público o estatal. Claros ejemplos de esta situación son las congresistas “mochasueldos”, los empleados fantasmas, las “puertas giratorias”, los “tarjetazos” y las oficinas públicas que parecen agencias de empleos para familiares y amigos. En estos tiempos en que el trabajo escasea, lo justo es que haya meritocracia e igualdad de oportunidades.

Hay mucho por hacer para retribuir el esfuerzo del trabajador. Es necesario el salario justo, es cierto, pero también son importantes el buen trato y el respeto a la dignidad de la persona. Nunca perderá vigencia una frase que, al respecto, el ensayista francés Joseph Joubert pronunció: “El genio comienza las grandes obras, pero solo el trabajo las acaba”. Un abrazo para todos los trabajadores y también para quienes están en busca de un empleo para ganarse el pan con honradez. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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