Concluido el proceso electoral a través del cual millones de peruano hemos elegido a las autoridades regionales y municipales que gobernarán por los próximos cuatro años, quedan algunas conclusiones claras que podemos analizar en este espacio. La primer de ella es que el sistema de partidos políticos vigente -en modo alguno- representan una expectativa o una luz de esperanza para la población tan afectada. En consecuencia, se requiere hacer una labor de reingeniería tratando de acerar los aspectos ideológicos, doctrinarios y programáticos, renovando los liderazgos y, sobre todo, asentando la propuesta electoral sobre bases y fundamentos técnicos.
Lo segundo y no por eso menos importante es tratar de desterrar la presencia de los movimientos políticos que carentes de ideas y, fundamentalmente, con liderazgos muy precarios, populistas y yo diría hasta cínicos, se han adueñado transitoriamente de la articulación entre el Gobierno y la ciudadanía, algo que es muy peligroso para la democracia peruana.
En tercer lugar, vemos con preocupación que tenemos a una ciudadanía cada vez menos comprometida con el sistema político, y en cierto modo es comprensible que pueda existir un cierto ánimo de desgano y desdén frente a la actual clase política; pero también es verdad que la ciudadanía debería de comprender que vivimos y convivimos en una sociedad política, que existe una relación de mando y obediencia y que esa misma relación se sustenta en liderazgos que están legitimados por la propia ciudadanía. En consecuencia, esta (la ciudadanía) debe hacer un esfuerzo significativo por tratar de sacudirse de la apatía para participar activamente en política y ocupar los espacios que indebidamente los indeseables e incompetentes hoy tienen.
(*) Expresidente del Tribunal Constitucional
(*) Exministro de Justicia
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