Opinión

El estatismo retrógrado y acomplejado está de vuelta

Por: Fernando Cillóniz Benavides

El estatismo está rondando nuevamente por el ambiente. Su narrativa es inconfundible. La demonización o satanización de ciertas palabras lo delata. Por ejemplo, para los estatistas, todos los empresarios privados son corruptos, clientelistas, explotadores y evasores de impuestos.

Según los estatistas, las empresas benefician únicamente a sus dueños o accionistas. Según ello, las empresas no generan ningún beneficio a los trabajadores, ni al Estado, ni a los consumidores o a sus proveedores. Palabras como libertad, innovación, mercado libre, propiedad privada, competitividad, entre otras, les causa sarpullido.

Algunos confunden el estatismo con el socialismo o la izquierda política, pero no son lo mismo. Aunque, casi siempre la izquierda y el socialismo tienden al estatismo. Pero eso sí, jamás ha habido un solo caso de estatismo exitoso en el mundo… jamás.

El estatismo es dogmático, intolerante, cínico, indolente, abusivo, ineficiente, extremadamente burocrático y completamente corrupto. No hay estatismo que no termine en tiranía elitista, empobrecimiento generalizado, y violencia. Además, ¿acaso no fue eso lo que vivimos en los años 70 y 80 en nuestro país? Por ello, muchos peruanos tenemos razones, más que suficientes, para detestar el estatismo.

La principal función del Estado debe ser administrar justicia y mantener el orden público. A ese respecto, por cuestiones de justicia, el Estado es fundamental para garantizar el acceso a la salud y educación de todos los peruanos. Sobre todo, de los más pobres. En ese sentido, que quede claro, el Estado es indispensable para la vida civilizada de todo país.

El problema de los estatistas es que quieren un Estado que todo lo haga y que todo lo dirija. Los no-estatistas (liberales) queremos un Estado que se limite a sus funciones básicas: justicia, seguridad, salud, educación, infraestructura y paremos de contar. Y que sea eficiente y liberador del talento y la energía de la ciudadanía, en ambiente de libertad.

Los estatistas también aborrecen palabras como “intermediarios” y “services”. Hay que eliminar los intermediarios y los services predican por todos lados los estatistas, cuando no se dan cuenta de que sin ellos el mercado se tornaría inviable.

Por otro lado, las palabras “meritocracia” y “flexibilidad laboral” les produce arcadas. Para los estatistas, los conceptos de productividad y eficiencia no cuentan para nada. Su eslogan favorito es: a igual función, igual remuneración. Incluso, han llegado al extremo de inventar el “trabajo hereditario”. Es decir, si el padre o la madre se jubila, enferma, o muere… el puesto lo hereda el hijo. Pues bien, esto que parece una locura ocurre en Sedapal… una empresa estatal.

Y así por el estilo. Los estatistas han demonizado muchas palabras que no tienen, en sí mismas, nada de malo. Incluso, han llegado al extremo de demonizar actividades como la minería, la agroexportación, la pesca industrial, las AFP, y hasta las farmacias y clínicas privadas.

¡Tengamos mucho cuidado con los estatistas retrógrados y acomplejados, porque están de vuelta! Y nos están llevando nuevamente a la ruina, como en los años 70 y 80.

(*) Exgobernador regional de Ica.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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