Opinión

El camino de la pobreza

Por: Martín Valdivia Rodríguez

“Los pobres son pobres porque quieren”. El actor Cristopher Gianotti desempolvó la frase y causó polémica no solo en la farándula, sino también en los círculos políticos y hasta entre las tertulias de los filósofos de la calle. A lo largo de la historia, esas palabras por lo general han sido usadas para justificar la desigualdad, la injusticia y la explotación. Pero la contraparte, hay que reconocerlo, a veces también puede ser condescendiente con el conformismo, la pereza y la desidia.

La existencia de una persona es producto de un proceso en el cual intervienen diversos factores, como la herencia genética o biológica y la jurídica (bienes materiales), la educación, un cúmulo de habilidades innatas como el talento, valores aprendidos en el camino, entre otros. A veces, hasta la suerte.

Pero no todos llegan a tener las mismas condiciones y oportunidades para lograr el bienestar, el éxito y la riqueza. Por ejemplo, un niño que sufre de desnutrición y anemia de ninguna manera tendrá las mismas posibilidades que los demás para llegar a ser rico. Tampoco el que no pudo ir a le escuela porque al lugar donde viven sus padres nunca llega el Estado. Aunque sean inteligentes, trabajadores y disciplinados, estos niños ni siquiera podrán competir en esa carrera con obstáculos conocida como meritocracia.

La frase de Gianotti pretende hacer creer que no debemos sentir culpa social por el pobre, pues este tiene esa condición porque es “flojo” y no quiere trabajar; es “mantenido”, pues solo estira la mano y quiere que le regalen todo; es “conformista” y aplica la “ley del mínimo esfuerzo”, y hasta es “mañoso”, porque para él “es más fácil pedir que trabajar”. Es decir, si a “mayor esfuerzo, mayor ganancia”, la desigualdad ya no sería un problema social por resolver, sino una consecuencia de nuestro proceder individual.

En ese pensamiento, “el rico siempre es rico porque lo merece” y no por la suerte, la viveza o el sistema de privilegios sociales, políticos, históricos, culturales y hasta raciales que favorecen a algunos y a otros, no. Y el que diga lo contrario es tachado de “resentido social”.

No siempre “el pobre es pobre porque quiere” y decir que “el rico es rico porque se lo merece” son verdades relativas. Las oportunidades y los merecimientos no son los mismos para todos. Hay pobres que merecen ser ricos por su talento, su esfuerzo y dedicación, pero no lo son. También hay ricos que no merecen serlo, pues son haraganes y aprovechadores, como por ejemplo los corruptos. Todo es relativo, pero, fuera cual fuera nuestra posición en el punto de partida en la vida, hay que luchar para llegar a la meta que uno siempre se traza durante su existencia. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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