Opinión

Un harakiri político (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Ahora resulta que ningún ministro reconoce haber sabido del mensaje Con él que Pedro Castillo intentó cerrar el Congreso. La expremier Betssy Chávez y los entonces incondicionales de Castillo dicen que este los sorprendió cuando empezó a leer su discurso. ¿O sea que él profesor es capaz de redactar por su propia cuenta un documento con argumentos jurídicos que desconoce y en una terminología ajena a su acervo cultural?

La imagen que quedó de este triste episodio de la política peruana nos describe a un barco hundiéndose y todos saltando al agua para salvar el pellejo. Todos abandonaron a Castillo, salvo el expremier y exasesor Aníbal Torres, aunque después pasó a la clandestinidad alegando que lo culpan de algo en lo que no tuvo nada que ver.

Castillo y los demás implicados tendrán que afrontar sus problemas judiciales. Que se investigue con imparcialidad y sin ensañamiento ni venganzas políticas, respetando los derechos humanos, la dignidad y la vida de las personas, para al final aplicar el castigo que corresponde.

Ese asunto de orden jurídico no nos debe distraer de la búsqueda de solución a la convulsión social y política desatada tras la vacancia y detención de Castillo. Hay un sector de la población que está enardecido y está realizando paros y marchas de protestas en diversas zonas del país, dejando hasta el momento la pérdida de un joven de 18 años de edad y un adolescente de apenas 15 años. Exigen el cierre del Congreso, la renuncia de la presidenta Dina Boluarte y la convocatoria a nuevas elecciones generales. Es decir, que se vayan todos.

En las últimas décadas han ocurrido tristes episodios que costaron la vida de muchos peruanos, como la “Marcha de los Cuatro Suyos”, “El Baguazo” y la muerte de dos jovenes durante los disturbidos después de la vacancia de Martín Vizcarra en noviembre del 2020. Esperamos que esta vez se encuentre una salida que se ajuste a la ley y sea aceptada por los manifestantes de todas las regiones.

La situación es muy delicada, es preciso calmar las aguas apelando a la sensatez y al brazo de la ley. Las autoridades, encabezadas por la jefa de Estado, están llamadas ha actuar con mucho tino y responsabilidad para salvaguardar la salud de la democracia, un sistema que tal vez no sea perfecto, pero es el mejor en estos momentos. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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