Opinión

Vargas Llosa y la guerra santa (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Jerusalén, la tierra donde vivió Jesús hace más de 2000 años, está situada en los montes de Judea, entre el mar Mediterráneo y la ribera norte del mar Muerto. Hasta allí llegó Mario Vargas Llosa en 2005 para descifrar los entretelones del conflicto entre Israel y los palestinos, repartidos entre la Franja de Gaza y Cisjordania, además de sondear el panorama para saber si se podía abrigar la esperanza de que pronto llegaría la anhelada paz en esa remota región.

Al final de su periplo por esa parte del Medio Oriente, el escritor llegó a la conclusión de que el fantasma de la guerra seguía presente y que las escaramuzas, asaltos locales y esporádicas muertes, en cualquier momento podían dar lugar a violentos enfrentamientos. El tiempo le dio la razón y hoy el grupo terrorista Hamás ha encendido la mecha al atacar sorpresivamente a Israel y desatar nuevamente el derramamiento de sangre. Lo más grave es que ambos bandos se están ensañando con la población civil y, sin miramientos, asesinan hasta a niños.

Vargas Llosa no solo es literato, también es periodista, faceta que le permite escarbar con rigor metodológico la historia, recurrir a todo tipo de fuentes y recoger testimonios orales in situ en los escenarios de los fenómenos sociales, políticos y culturales que suele investigar con la pasión de un reportero. Así lo hizo cuando escribía su libro “La guerra del fin del mundo” (1981), que narra el enfrentamiento entre los yagunzos o campesinos —dirigidos por Antonio Conselheiro, en una especie de cruzada por restaurar los principios del Buen Jesús— y los militares que representaban el poder político y los terratenientes del municipio de Canudos en la entonces recién creada república en el Brasil, allá por el año 1897.

El conflicto bélico del Medio Oriente también tiene un trasfondo religioso, pero en estos momentos la causa principal es de carácter geopolítico. Los palestinos aspiran a que Jerusalén Oriental sea la capital de su futuro Estado, mientras que Israel considera que Jerusalén es su histórica capital, aunque la comunidad internacional ha tomado como referencia a Tel Aviv.

Ese es el meollo del asunto. Desde cuando Vargas Llosa escribió sus crónicas, las que reunió en el libro “Israel, Palestina: Paz o guerra santa”, hasta hoy han pasado 18 años y la guerra ha vuelto.

El ex primer ministro israelí Ariel Sharón dijo alguna vez: “A nuestros vecinos palestinos, les aseguro que tenemos la genuina intención de respetar su derecho a vivir de manera independiente y con dignidad. Lo que anhelamos es la paz”. Fue un simple deseo. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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