Opinión

Tomar el camino de la sensatez

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Mientras el premier Guido Bellido leía su discurso de investidura -constó de 46 páginas- en el Palacio Legislativo; afuera, en la avenida Abancay y en los jirones adyacentes, grupos de simpatizantes del gobierno de Pedro Castillo y también de detractores del régimen pregonaban sus arengas en medio de conatos de bronca. Dentro del Congreso hay división; en la calle, también. El país sigue dividido y eso no le hace bien a la gestión política, de la cual dependen, definitivamente, la economía y el bienestar de la población.

Guido Bellido finalizó su exposición con una analogía tomada del cuento de César Vallejo: “Merecemos un país en el que Paco Yunque no deba guardar un silencio impotente, una rabia silenciosa y resignada. Un país en el que el esfuerzo y el talento no sean aplastados por la pobreza y las desigualdades, pero, sobre todo, donde los Humbertos Grieves reciban ejemplar sanción y donde sus burlas y ofensas no sean toleradas jamás, por nada ni nadie”.

Es cierto que hay Pacos Yunques y Humbertos Grieves. Los resultados de las elecciones nos hicieron recordar, a quienes observamos el país cómodamente desde Lima, que, lamentablemente, seguía esa línea que separa a la población de Lima y la costa de los habitantes del ande, de las zonas rurales.

Sin embargo, si bien es necesario que se la reconozca para corregirla, esa realidad no debe ser utilizada para profundizar la desunión, la confrontación y el resentimiento, como está ocurriendo tanto con los adeptos al gobierno como con quienes lo cuestionan y hasta llegan a exigir la vacancia.

El país necesita que, tanto del lado de los defensores del oficialismo como de la oposición, se exija capacidad, eficiencia, transparencia, honestidad, decencia y, claro está, una hoja de vida en la que no se incluyan vínculos con agrupaciones terroristas. La labor de fiscalización del Congreso, la prensa y del ciudadano de a pie, que se manifiesta a través de las redes sociales, debe seguir con firmeza, pero sin la consigna de tumbarse al gobierno a cualquier precio.

La palabra es sensatez, esa cualidad que hace que las personas muestren buen juicio, prudencia y madurez en sus actos y decisiones. Eso no significa, de ningún modo, que los políticos y los ciudadanos tengan que claudicar a sus principios ni optar por una posición cómplice o convenida. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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