Opinión

Ausencia de poder público… anarquía

Por: Fernando Cillóniz Benavides

Observar atónitos la inacción del Estado frente al desborde delincuencial en todo el país, denota ausencia del poder público. No hay orden. No hay seguridad. No hay justicia. Eso es anarquía. Anarquía pura y dura. Anunciar – en plena recesión económica – que el proyecto minero Tía María no está en la agenda del gobierno, también denota anarquismo.

El Premier Alberto Otárola, y la presidenta Dina Boluarte, y el Gobierno en general, no ejercen poder público frente a un grupo minoritario de extorsionadores anti mineros. En Ica pasa lo mismo. Desactivar el Sistema Digital de Gestión Hospitalaria de los hospitales de la región – con lo cual se lograron eliminar colas y mejorar la atención a los pacientes – y que el Ministerio de Salud no haga nada al respecto, denota que el Gobierno Central no ejerce ninguna rectoría sobre los hospitales regionales. En otras palabras, el sistema de salud pública a nivel nacional está a merced de los Gobiernos Regionales corruptos e inoperantes. Eso se llama anarquía. No hay Estado.

No hay rectoría. Cada región hace lo que quiere en materia de salud pública.

Saber, y no hacer nada frente al fracaso municipal respecto de los servicios de agua potable y tratamiento de aguas servidas a nivel nacional, denota que las funciones y responsabilidades del Ministerio de Vivienda, del Ministerio de Salud, y del Ministerio del Ambiente están por las puras.

Puede que suene radical, pero así es. El Perú ha devenido en una anarquía total. Se ha perdido el principio de autoridad. Se ha perdido el civismo. Los frecuentes bloqueos de carreteras son – también – manifestaciones de la anarquía imperante en nuestro país. Las mafias de Construcción Civil viven de la extorsión sistemática a las empresas constructoras, a vista y paciencia de las autoridades estatales. Las invasiones de terrenos, igual.

En realidad, desde hace tiempo el Perú se viene malogrando. A la anarquía imperante no se llega de sopetón. Llegamos de a pocos. Como que nuestras autoridades – corruptas y maltratadoras – perdieron autoridad moral.

¿Qué hacer? Hay mucho trabajo que hacer en el ámbito de nuestros hogares y de las escuelas. Es decir, trabajar en los niños y jóvenes de nuestro país. Ahí está la cura de la anarquía que nos agobia.

Sin embargo, en el cortísimo plazo, ante la falta de Estado, la ciudadanía – espontáneamente – está fungiendo de tal. De allí la existencia de los comités de autodefensa, rondas campesinas, y sistemas de justicia popular.

Efectivamente, cada vez son más frecuentes las imágenes de vecinos que pescan infraganti a ladrones y / o violadores, los cuales terminan despojados de sus ropas, calatos, amarrados a postes, y castigados a punta de pedradas y palos para que escarmienten por apropiarse de bienes ajenos.

Y así por el estilo. ¡Anarquía en su máxima expresión! ¡Pero qué injusto! Esa no era la idea. La idea era vivir y trabajar en paz. En teoría, el monopolio de la fuerza lo ostenta el Estado. Al menos, así debía ser. Pero no. En la práctica, en nuestro país… nada que ver. El Estado está ausente. Por ello estamos viviendo en anarquía total. ¡Patético!

(*) Exgobernador regional de Ica

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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