Opinión

Repudiable asesinato en Ecuador

Por: Omar Chehade Moya

El 9 de agosto de 2023, cuando uno de los candidatos favoritos para ganar la presidencia de Ecuador, Fernando Villavicencio, terminaba un acto multitudinario de campaña en el colegio Anderson en Quito, y salía de aquel recinto acompañado por su escolta de seguridad, se produciría un atentado con ráfagas de armas de fuego a 30 metros de distancia.

Se trataba de un grupo de sicarios que apuntaba al candidato, quien al ser empujado por la policía para subirse a la camioneta recibiría en ese preciso instante tres impactos mortales de balas en la cabeza que acabaron con su vida, y con la esperanza de Ecuador de terminar con la corrupción, las mafias y el narcotráfico.

Minutos después, cuando Villavicencio llegó a la clínica conducido por sus guardias de seguridad, ya no había nada que hacer: estaba muerto.

El discurso demoledor y valiente de Villavicencio en toda la campaña y en los últimos años de su vida como periodista y asambleísta, había sido de lucha contra las mafias chinas que ganaban irregulares licitaciones con el Estado, contra la enorme corrupción estatal, contra el expresidente Rafael Correa, y contra el narcotráfico imperante. Villavicencio estaba convencido que Ecuador se había convertido en un narcoestado en el que participaban en contubernio cárteles de la droga con altos funcionarios.

Contra todo ello se había propuesto enfrentarse de ganar la presidencia. Su discurso valiente hizo que esté en el segundo lugar de intención de voto en las elecciones generales. Minutos antes de su magnicidio había manifestado en su mitin que a pesar de que le habían advertido que lleve chaleco antibalas por un posible atentado, no lo iba hacer porque los únicos chalecos antibalas que tenía era la propia gente que lo defendería.

El lema de su campaña era: “es tiempo de valientes”. Poco le importó aquello a los asesinos y mafias en Ecuador. Lo esperaron afuera del colegio, y a pesar del círculo de protección policial que aparentaba protegerlo, los sicarios, astutamente, se acercaron a los policías que “protegían” al candidato para dispararle a mansalva. Gatillaron sus armas una y otra vez. No solo fue un homicidio contra un candidato presidencial, sino sobre todo fue un asesinato a la democracia, un asesinato contra el sistema, contra una nación hermana, un atentado contra todo el Ecuador.

Llama la atención que el carro en que se movilizaba Villavicencio no haya sido un coche blindado. Los bandidos una vez más se salieron con la suya, aunque momentáneamente. Nos hace recordar otro magnicidio execrable como el que se produjo el 18 de agosto de 1989, contra Luis Carlos Galán en Soacha, Colombia, cuando en el momento que se subía al estrado fuera ultimado a tiros por el cartel del narcotráfico de Medellín de Pablo Escobar. Galán que también como senador y líder político tenía notables antecedentes, había prometido acabar con la corrupción y el narcotráfico en Colombia.

Era el candidato super favorito para convertirse en el nuevo presidente colombiano. Esperemos que la lucha contra las mafias y las drogas no acabe con su muerte, sino se redoblen los esfuerzos para acabar con estas lacras.

(*) Exvicepresidente del Perú

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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