No existe la “toma de Lima”: es simplemente una marcha financiada por extremistas, subversivos e ilegales enemigos de la democracia que quieren recuperar los privilegios corruptos e ilegítimos que obtuvieron durante el régimen del golpista Pedro Castillo y que para ello, muy bien fondeados con plata negra, utilizan organismos de fachada para azuzar, a través de la desinformación, a quienes sí tienen derecho a una pacífica protesta social pero se convierten en cómplices de una agenda política totalitaria.
Los “rojos” son expertos en semántica subversiva: en su momento culminante Sendero Luminoso “ajusticiaba”, no asesinaba tal como los subversivos ahora pretenden “tomar” Lima y es lamentable la cobertura que, como ocurría antaño, le dan una diversidad de medios de comunicación a esa trampa lingüística otorgándole a este nuevo intento de asonada una categoría que no tiene.
La otra maniobra está clara: polarizar al país entre quienes apoyan al gobierno de Dina Boluarte y el Congreso, que tienen un mínimo de aprobación; y aquellos que recusan a ambos y exigen elecciones adelantadas sin distinguir, entre estos últimos, a quienes creemos que se requiere un tiempo prudencial para generar una conciencia colectiva de votar bien, eligiendo demócratas honestos, capacitados, con vocación de servicio y sensibilidad social.
Ya es hora de frenar en seco a los extremistas que hasta tienen el atrevimiento de hablar de “terruqueo” tratando de esconder con una moneda de plomo, la real, aunque mínima, existencia de los criminales seguidores de Abimael Guzmán que pretenden esconderse bajo los ropajes seudo democráticos del MOVADEF.
La batalla final la tienen perdida pero el caldo de cultivo persistirá en tanto las graves contradicciones de una democracia mal gestionada y hundida en la corrupción sigan generando argumentos en contra del sistema que, en realidad, son atribuibles a sus actores.
(*) Presidente de Perú Acción Presidente del Consejo por la Paz
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