Opinión

La crisis de la comunicación

Por: Martín Valdivia Rodríguez

El portal español Ethic, que publica interesantes artículos sobre filosofía, historia, política, psicología y otras materias, sacó una nota titulada “Los ocho desafíos a los que se enfrenta el nuevo mundo”. Menciona, entre esos problemas, a la desigualdad, el calentamiento global, la salud mental debilitada por la pandemia, la tensión geopolítica y el metaverso. El metaverso es un tema que nos atañe a los periodistas, al menos a quienes nos esmeramos en analizar la evolución del fenómeno de la comunicación para tener una mejor conexión con el público, en nuestro caso, los lectores.

También conocido como metauniverso, el metaverso es un término que tiene su origen en la novela Snow Crash, publicada en 1992 por Neal Stephenson. Pero fue Mark Zuckerberg quien le dio forma y lo planteó como una innovación revolucionaria en las comunicaciones. Se trata de una plataforma tridimensional que, con audífonos, gafas y otros dispositivos, se propone reemplazar por completo a la comunicación presencial.

En el mencionado artículo de Ethic se define al metaverso como “un universo digital que funcionaría exactamente como un mundo paralelo a nuestra realidad y que multiplica las posibilidades de interacción entre los humanos y las máquinas”. “Según Zuckerberg, en él podremos socializar, trabajar e incluso conseguir dinero (…) El auge de las inteligencias artificiales nos situará ante importantes problemáticas”, se advierte en la nota.

Este modo de comunicación puede tener ciertas ventajas, pero agravará una automatización que ya está haciendo notar sus riesgos. En el periodismo lo percibimos diariamente porque la tecnología nos está alejando de la fuente de la noticia y la rapidez del campo virtual le resta calidad a la información.

Gracias a la tecnología existen más medios, herramientas y mecanismos que permiten una comunicación más rápida e inmediata (escrita, oral y con imagen), pero la comunicación virtual no tiene la misma calidad que la comunicación presencial.

Este déficit de calidad en la comunicación influye negativamente en las actividades laborales, educativas y en las mismas relaciones sociales. Es una conexión que aleja. No es que se deba prescindir de la comunicación virtual, que es necesaria y clave en tiempos como los actuales por la necesidad de distancia por la pandemia, pero es ingenuo dejarnos llevar por el entusiasmo y plantear proyectos como el llamado metaverso.

La distancia y la ausencia en esa comunicación virtual extrema tienen un efecto psicológico negativo, reducen el calor humano, la sensibilidad y otras facultades que nos han convertido en seres con inteligencia superior. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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