Opinión

Las intenciones de monseñor Castillo

Por: Luciano Revoredo

Causó mucho debate en las redes sociales el hecho que inopinadamente el señor arzobispo de Lima retire justo en el día de su fiesta el cuadro de San Josemaría Escrivá de Balaguer de la Catedral de Lima. Este no es un hecho aislado.

Ya hemos denunciado antes sus intenciones de acabar con todo aquello que en la iglesia hay de bueno o tradicional.

Hace tiempo nos llegó la información que tenía un plan al cual él mismo había llamado coloquialmente el Plan Chocolateo.

Se trataba de moverlo todo, cambiar los párrocos y quitarles las parroquias y responsabilidades a los que él considera peligrosos, es decir a los conservadores y colocar en sus puestos a los progres de la teología de la liberación.

Sabemos por ejemplo que pretende despojar de sus templos y parroquias en los que vienen trabajando hace años e incluso ellos las han construido, a diversos grupos a los que llama “carcas”, por su posición “conservadora”. Castillo detesta la liturgia y la tradición.

Una prueba de todo esto es la cantidad de sacerdotes que al no someterse a sus caprichos son perseguidos, despojados de sus responsabilidades y cuantos de ellos hoy incluso se ven obligados a vivir en casas de sus familias al haber sido marginados de toda vida eclesial.

Cabe recordar todo lo denunciado por su propio sobrino en un libro en el que cuenta como se apropió de un inmueble y del dinero de su padre y como en una oportunidad le dijo que todo lo de las apariciones de la Virgen en Fátima eran mitos no comprobados.

La situación de la iglesia peruana es lamentable. Principalmente la de Lima. Recordemos también cuando el señor arzobispo tuvo la idea absurda de reemplazar a los párrocos por laicos.

Esta idea no prosperó por la ola de críticas que desató entre la feligresía. Su idea era mandar a los curas a estudiar “porque están mal formados” y que laicos (obviamente liberacionistas y marxistoides) asumieran la labor de párrocos. Sin embargo, al no poder hacerla abiertamente ha recurrido a un subterfugio con los EPAP (Equipo Pastoral de Animación Parroquial), que ha impuesto y que en la práctica son animadores de la teología de la liberación en las parroquias.

Los sacerdotes deben ser pregoneros infatigables del Evangelio, estar en su comunidad parroquial, dedicarse a la salvación de las almas, brindar los sacramentos, animar a los fieles, nada de esto le gusta al arzobispo de Lima. La misión del sacerdote es combinar, conectar dos realidades aparentemente tan separadas, es decir, el mundo de Dios —lejano a nosotros, a menudo desconocido para el hombre— y nuestro mundo humano. La misión del sacerdocio es ser mediador, puente que enlaza, y así llevar al hombre a Dios, a su redención, a su verdadera luz, a su verdadera vida. Así lo enseña el magisterio de la iglesia. Esto no puede ser destruido por prejuicios progresistas o por perversidad revolucionaria.

Es deber de los laicos impedir que monseñor Castillo cometa los actos que pretende y es deber de los sacerdotes resistir.

(*) Analista político

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

Related Articles

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

Back to top button