Opinión

Jalados en cultura sísmica

Por: Martín Valdivia Rodríguez

En 1974, en octubre, el mes de los temblores, Lima soportó un terremoto de 7.6 grados de magnitud. En ese tiempo la capital del país no era tan poblada como ahora, pero dicho sismo dejó 252 muertos. El día de Año Nuevo 2024, Tokio, capital de Japón, fue remecido por un terremoto de similar magnitud, 7.6 grados, con el saldo de 63 víctimas mortales. La Lima del 74 tenía menos de 4 millones de habitantes, mientras que la Tokio actual cuenta con cerca de 14 millones. ¿Por qué, entonces, hubo tantos muertos en Lima y tan pocos en Tokio si ambos sismos tuvieron la misma magnitud? Hay dos razones principales: Estrictas regulaciones de construcción y cultura de prevención.

Los videos del movimiento telúrico del último lunes en Japón son escalofriantes. Los edificios se mueven como marionetas, mientras que muchas personas ruedan por los suelos —al no poder sostenerse ante la furia de la naturaleza— o huyen de las grietas que se abrían en la tierra. Sin embargo, el terremoto de Tokio no fue tan devastador como el de Lima en el 74.

Dicen que, desde niños, los japoneses aprenden a protegerse la cabeza con ambas manos y a colocarse debajo de las mesas ante un sismo. Ellos participan activamente en simulacros de sismos, incendios o tsunamis; además, ya saben qué lugares de un edificio y sus comunidades son más seguros para evacuar o refugiarse. Protegen también el interior de sus casas y acostumbran a usar muebles bajos, procuran no colgar cuadros o grandes lámparas y apuntalan con soportes sus estanterías y televisores.

Una ley de 1981, tras un terremoto de 7.4 grados que dejó una veintena de muertos, marcó un antes y un después en los estándares de construcción antisísmicos de Japón. Las normas han ido reforzándose en las últimas décadas con estándares que, según los expertos, son los más elevados del mundo. Entonces se reforzaron columnas, se ensancharon paredes, se invirtió en nuevos materiales y cristales, entre otros.

Chile, que como Perú y Japón también se encuentra en el llamado “Cinturón de Fuego del Pacífico”, es otro ejemplo de cultura sísmica desarrollada. La educación empieza en las escuelas, con los profesores, quienes concientizan a los alumnos sobre la importancia de la prevención, las construcciones antisísmicas y la necesidad de establecer protocolos para actuar de la mejor manera ante un evento de grandes magnitudes.

El Perú, lamentablemente, es un país subdesarrollado en este aspecto. La población aún no toma conciencia del problema, mientras que las autoridades no tienen éxito en sus campañas de promoción de una cultura sísmica. Esto debe cambiar. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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