La política debe guiarse a partir de principios, no de oportunismo, por tanto debemos ser optimistas en relación al proceso de definiciones por el que estamos atravesando.
Desde el día uno advertimos que no debía apoyarse a Lady Camones como candidata a la presidencia de la Mesa Directiva del Congreso porque siempre fue apenas un instrumento de Acuña, a quien no le tembló la mano para convertirse en cómplice de Castillo.
Con cierta dosis de cinismo hay quienes dicen que no debió ser censurada porque el diálogo en el cual queda como sirviente es “natural” dentro de las bancadas. Sin embargo, olvidan que la mandadera del episodio era nada menos que la cabeza del primer poder del Estado.
Dios perdona el pecado pero no el escándalo y descubierta la relación impropia resultaba inevitable destituir a Lady Camones. Claro, la alternativa decorosa hubiese sido que renunciara antes de someterse al escarnio. De modo, pues, que aun cuando la censura naciera del impresentable Bermejo, no es criticable que se votara a favor. Por supuesto es indispensable precisar la repulsión al método nefasto del espionaje que, no cabe duda, fue ordenado por el gobierno como parte de la estrategia oficial de perseguir a todo aquel que se oponga a sus afanes dictatoriales.
De acuerdo al artículo 12 del Reglamento del Congreso, hasta el momento de cerrar este comentario estaba pendiente elegir al reemplazante de Camones, mas no modificar toda la composición de la Mesa Directiva. Y para el buen éxito se requiere unidad de la oposición en el interés de impedir que el Congreso, último bastión de la lucha democrática, caiga en manos de la izquierda marxista.
Quien quiera que emerja como nuevo presidente (siempre que sea opositor) representará a un Congreso que ha tenido la capacidad de auto purgarse y que, por tanto, ha recuperado la autoridad moral para seguir en la lucha contra la organización criminal que nos gobierna.
Desde esa posición de legitimidad el camino puede allanarse: desde la reforma para el acortamiento del plazo presidencial, hasta la convocatoria anticipada de nuevas elecciones generales, pasando por la suspensión o inhabilitación de Castillo ya sea por infracción constitucional o traición a la patria. En esos caminos, si prima la buena estrategia y la concertación democrática, no son indispensables los 87 votos que exige el proceso de vacancia.
El notable trabajo del Ministerio Público está en vísperas de concluir. La Fiscal de la Nación pronto tendrá que presentar acusación constitucional contra el presidente o estará facultada a explorar el pedido de una suspensión presidencial a través de la Corte Suprema.
Mientras tanto, el gobierno se sigue complicando con todas las pruebas de cómo opera la mafia; sigue corroyendo a instituciones como la policial; se desgañita descerebradamente con los aullidos de su primer ministro; se bloquea con su incapacidad de gestión y se auto dinamita con la imposibilidad de manipular efectivamente a las bases sociales.
El régimen está debilitado. Sus maniobras de amenaza con informes de pseudo inteligencia, con advertencia de “atentados” contra las autoridades y con el despliegue de propaganda disfrazada de “prensa alternativa” revelan el grado de desesperación.
Peor todavía, la mafia chotana tendrá que trenzarse con la venganza de Acuña. Todo eso desgasta, y por tanto es necesario ver las cosas positivamente: mientras la oposición siga unida, menos posibilidades de éxito para el oficialismo.
(*) Analista político
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