Opinión

El caro sueño de la descentralización

EDITORIAL

Los resultados de las elecciones del domingo 11 han puesto sobre el tapete un tema que estaba casi olvidado: la centralización y cuánto han contribuido los gobiernos regionales para solucionar el problema. Lamentablemente, en la mayoría de regiones la respuesta es “muy poco”, pese a que, además del presupuesto asignado por el gobierno central, varias de estas jurisdicciones tienen el dinero que les corresponde por el canon minero. Son esas poblaciones del Perú profundo las que reclaman atención a través del voto porque no solo el gobierno central las ve con indiferencia, sino que también hacen lo mismo sus propias autoridades locales y regionales.

Varios de los personajes políticos más cuestionados del Perú han sido gobernadores regionales. Por ejemplo, César Villanueva utilizó su gestión como gobernador regional de San Martín para catapultarse en la política y llegar hasta convertirse en premier. Hoy está con arresto domiciliario por presunta corrupción.

Martín Vizcarra ha sido gobernador de Moquegua, Gregorio Santos de Cajamarca, César Álvarez de Áncash, Walter Aduviri de Puno y el mismo Vladimir Cerrón, fundador de Perú Libre, fue dos veces gobernador de Junín y recibió una condena por corrupción. Todos ellos o son investigados por corrupción o fueron sentenciados.

Hay un gobierno regional por cada departamento, más el del Callao, que, por su importancia en la economía y ubicación geográfica estratégica, amerita estar separado del de Lima Provincias. Es decir, son 25 los gobiernos regionales, pero la ineficiencia y la corrupción son el factor común.

En realidad, las tropelías de los gobernadores regionales corruptos difícilmente están en el enfoque de la prensa nacional, mientras que los medios de comunicación locales no tienen el alcance suficiente o, en determinados casos, se confabulan con las autoridades infractoras o que delinquen.

Los gobiernos regionales, salvo honrosas excepciones, hasta el momento no han sido solución para el centralismo. La votación del último domingo confirma que persiste el clamor de las poblaciones del Perú profundo por la satisfacción de sus necesidades básicas, como salud y educación, para poder tener las bases suficientes para conducir su destino con posibilidades de alcanzar el progreso.

Se espera, pues, propuestas de los candidatos que pasaron a la segunda vuelta sobre el tema de la descentralización y el rol de los gobiernos regionales, cuya autonomía no puede confundirse con impunidad. Porque los tiempos cambian; la verdad, no.

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