Opinión

El tartufo Vizcarra y su legado genocida

Por: Omar Chehade Moya

El Tartufo es una comedia escrita por el gran dramaturgo francés Moliere, estrenada en París el 5 de febrero de 1669. Si bien el tartufo es el nombre dado a la trufa, un hongo escondido bajo la tierra, el diccionario de la Real Academia Española lo utiliza para referirse a los hombres falsos, hipócritas, mentirosos, perversamente embusteros.

El día que vacamos por incapacidad moral permanente a Martín Vizcarra de la presidencia de la República, aquella histórica gesta hecha por 105 valientes parlamentarios, durante el debate en el hemiciclo lo tildamos como “el tartufo de la política”. Vizcarra había llegado a la presidencia luego de apuñalar a su mentor PPK, luego traicionó a la bancada que lo apoyó en la sucesión constitucional. Primero apoyado por cierta prensa ávida de mantener la torta estatal publicitaria, y luego con promesas populistas a la Nación, como luchar contra la corrupción y hacer supuestas reformas políticas, obtuvo aceptación mayoritaria. Todas estas acciones y promesas eran puras engañifas para esconder sus perversidades presentes y pasadas, pero también las que estaba dispuesto a hacer.

Luego, inconstitucionalmente, cerró el Parlamento, gobernó seis meses a placer con decretos de urgencia, hasta que se eligió al nuevo Congreso, el mismo en el que se empezó a descubrir todas las atrocidades que el tartufo escondía, como los graves actos de corrupción y enriquecimiento ilícito que había efectuado cuando fue gobernador de Moquegua. Como presidente peruano también involucrado en colusiones, hasta que llegó la pandemia y reveló su entraña gansteril. El poder no corrompe, el poder desnuda.

El tartufo se vio envuelto en varios entuertos, incluso intentó sodomizar Palacio de Gobierno reuniéndose en varias oportunidades con un oscuro personaje que fungía de artista, presionando para que le dieran trabajo en el sector público careciendo de requisitos profesionales. Se enfrentó nuevamente al nuevo Parlamento tratando de llevarlo al despeñadero. El telón de su obra caería finalmente cuando nos enteramos del escándalo del “vacunagate”: secretamente se inoculó la vacuna, así como a sus familiares y entorno político de espaldas a la Nación, mientras cientos de miles de peruanos morían producto de la COVID, escondiendo la cifra real de fallecidos. En septiembre de 2020, Pfizer tenía todo cerrado para firmar contrato y proporcionar millones de vacunas a los peruanos, pero perversamente Vizcarra se negaría a cerrar el contrato, porque como de costumbre estaba negociando corruptamente comisiones con la empresa china, la cual se prestó a vacunarlo en secreto.

Anteriormente, el gobierno vizcarrista había estado inmerso en negociados con las proveedoras de mascarillas y las pruebas de descarte rápido en lugar de las pruebas moleculares, poniendo al Perú como el primer país de mayor mortandad en el mundo. A Vizcarra le debemos este legado inhumano de genocidio de más de doscientos mil peruanos muertos. Vizcarra no solo merece la cárcel por corrupto y genocida. Si existiera un Tribunal de Nuremberg para criminales de guerra como en 1946, merecería la ejecución en el patíbulo. En el último Congreso al que pertenecí, tuvimos el honor de vacarlo y luego inhabilitarlo. Sin embargo, el lagarto está todavía vivo.

(*) Ex vicepresidente de la República

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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