Opinión

El gran psicosocial

Por: Hugo Guerra Arteaga

A propósito del caso Rolex de Dina Boluarte, los peruanos estamos siendo objetivo de una tormenta psicosocial perfecta que tiene como fin último desestabilizar el sistema democrático en manos de los caviares y sus cómplices. La maniobra comenzó semanas atrás con el destape de un audio en el que se involucraba al ex presidente de Consejo de Ministros Alberto Otárola en el supuesto tráfico de influencias para nombrar a una amiguita en la administración pública. Nunca se demostró realmente el aparente delito, pero una campaña periodística brutal hizo del morbo razón suficiente para que el escudero de la presidente fuera destituido en medio de una denuncia incierta: el complot del ex presidente Vizcarra, uno de sus antiguos esbirros partidarios, una jovencita de conducta cuestionable y el hermano de la jefa de Estado.

El caso no pasó por los cauces fiscales y judiciales, no se actuaron pruebas, pero sí ríos de tinta e incontables horas de radio, televisión y redes sociales que terminaron construyendo la imagen de Otárola como la de un viejo morboso comprometido en un affaire sórdido con una chiquilla y por tanto incapaz de manejar el gobierno. Creo que Otárola ya había cumplido su rol, pero la forma de destruirlo mediáticamente me pareció indigna sea que hubiera complot o puro ensañamiento periodístico. Se trata de un caso digno de estudio en las facultades de comunicación sobre cómo se manipula a la opinión pública.

La segunda parte de la maniobra apunta a Dina. De pronto, un bloguero periférico de izquierda denuncia que la mandataria usa relojes carísimos de la prestigiosa marca Rolex. Abre así la sempiterna pregunta ¿de donde pecata mea? en el supuesto lógico que una funcionaria pública, que viene social y económicamente de abajo, no puede costearse joyas de esa magnitud.

Boluarte incurre en el error de ningunear el caso diciendo que se trata de cosas de “antaño” y luego una ministra afirma que ella misma también ha comprado cosas “bamba” en China. La denuncia es legítima, pero el objeto es diminuto en un país donde toda la clase media utiliza ropa y objetos “fake” a vista y paciencia de Indecopi y la policía.

Y he aquí que ya se armó una nueva tormenta. Otra vez en la prensa se grita ¡horror!, y los opinólogos desfilan con falsa moralina exigiendo hasta la destitución inmediata de la presidente. De hecho soy crítico severo de su gobierno, pero al igual que en el caso Otárola, no entiendo la urgencia ni la utilidad de vacarla.

¿Pero se trata solo de legítimas construcciones de la prensa? ¿Hay mano negra detrás? La verdad es que entiendo cómo funciona el mecanismo mediático y, aunque no tengo pruebas puntuales, creo que estamos frente a un gran psicosocial que tapa las verdaderas cuestiones claves del país: desde el literal desfalco de Petro Perú hasta la crisis terminal de la JNJ y el Ministerio Público, pasando por casos específicos como el de los fiscales Vela y Pérez, las sospechas en torno a Gorriti, la suspensión ilegítima de la fiscal de la Nación Patricia Benavides, el inmoral e ilegal deslacrado del teléfono del ex presidente Alan García y el reciclaje caviar de morados a amarillos, hasta la total pérdida de rumbo en la lucha contra la inseguridad ciudadana.

¿Descubriremos a los autores del psicosocial? Pues no lo sé. Jamás se identificó, por ejemplo, al que inventó a la virgencita que llora y a quienes asustaban al pueblo con la toma terrorista de Lima. Solo tenemos indicios y sospechas, pero sugiero analizar el caso viendo quiénes hoy se benefician con la manipulación de la prensa y las redes sociales.

(*) Analista politico

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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