Opinión

El “experimento” del violinista

Por: Martín Valdivia Rodríguez

La revista Poder publicó en su cuenta de Facebook una historia que intenta demostrar que las personas deben elegir bien el lugar donde expondrán sus capacidades y virtudes, pues si lo hacen en un lugar incorrecto, no podrán destacar. En especial, dónde trabajar. En realidad, es un relato elitista que pretende decir, de paso, que las personas pobres son necesariamente de bajo nivel cultural e incapaces de poder apreciar las cosas buenas. A continuación, transcribimos textualmente el post para luego analizarlo:

“Un violinista tocó 45 minutos en el metro de New York. 4 personas pararon y 1 aplaudió, logró recaudar US$20. La noche siguiente, el mismo violinista tocó en uno de los escenarios más reconocidos del mundo y cobraba US$100 como mínimo por cada entrada. El experimento probó que lo extraordinario en un ambiente ordinario, no brilla y no es reconocido. De igual manera pasa en el mundo laboral. Existen profesionales brillantes que no reciben una recompensa acorde a su potencial, una vez que se arman de valor y se marchan de este tipo de ambientes, florecen y crecen (…)”.

El relato es despectivo con las personas que, al no tener auto, suben al tren para ir a trabajar, a estudiar o a realizar alguna otra actividad, por lo cual llevan prisa. Para el autor del texto, esas personas son ignorantes y no saben lo que es bueno. Se asume que quienes pueden pagar entradas caras para ingresar a los escenarios “más reconocidos del mundo”, es decir, los ricos, sí saben apreciar un bonito espectáculo de violín. Esta premisa es falsa, pues postula que solo los ricos saben apreciar el arte. Y los pobres, no.

Una simple deducción extraída de la escena en la estación del tren nos permite saber que las personas que transitan por ahí están apuradas y por eso no pueden detenerse para escuchar las melodías que un músico le arranca a su violín.

Le damos la vuelta al asunto. Reconocidos profesionales, abogados, ingenieros, médicos, almirantes, generales y otras personas que ostentan títulos académicos obtenidos en prestigiosas universidades del mundo declaran en los medios o escriben en las redes sociales. La gran mayoría cae en garrafales errores ortográficos y de construcción gramatical. Sus expresiones están plagadas de incoherencia, cacofonía y otros vicios de lenguaje.

Confunden el masculino con el femenino o el plural con el singular. Sin embargo, esa pobreza cultural no nos puede llevar a deducir que no saben apreciar el arte de un violinista. Y el hecho de que tengan dinero para pagar una entrada de un espectáculo caro tampoco garantiza que sepan apreciar el arte. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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