Opinión

La crisis de la comunicación

Por: Martín Valdivia Rodríguez

El hecho de que la educación virtual, tanto escolar como universitaria, no haya podido desplazar a la presencial durante la pandemia, con el profesor mirando y hablándoles a sus alumnos dentro del aula, demuestra que la mejor comunicación no es necesariamente la digital. Algo muy parecido ocurre con el periodismo, pues para ejercer adecuadamente esta carrera hay que recorrer la cancha, estar en una sala de redacción o de emisión radial o televisiva. Y, además, queda demostrado que la propuesta del metaverso de Mark Zuckerberg, así como está planteada, no tendrá buen puerto.

En realidad, la crisis de la comunicación es otro problema que ya enfrenta la humanidad. Gracias al espectacular desarrollo de la tecnología existen más medios, herramientas y mecanismos que permiten una comunicación más rápida e inmediata, ya sea escrita, oral o con imagen, pero ha quedado demostrado que la comunicación virtual no tiene la misma calidad que la comunicación presencial.

Aunque por ahora aún no se está advirtiendo en su real dimensión, este déficit de calidad en la comunicación influye negativamente en las actividades laborales, educativas y en misma evolución cultural de la sociedad.

La comunicación es una conexión valiosa y útil, pero en el fondo aleja, crea distancias. Los filósofos, sociólogos y otros estudiosos del ser humano como individuo y como miembro de la sociedad ya están estudiando este fenómeno y lanzando las primeras clarinadas de alerta.

Y no es que estos analistas estén postulando el destierro de la comunicación virtual, que es necesaria y que durante la pandemia ha resultado hasta providencial en estos tiempos de pandemia, pero sería ingenuo dejarnos llevar por el entusiasmo y plantear propuestas como el denominado Metaverso, de Mark Zuckerberg. Según las proyecciones, se trata de una plataforma tridimensional que, con audífonos, gafas y otros dispositivos, se propone reemplazar por completo a la comunicación presencial.

En realidad, la distancia y la ausencia —del emisor y el receptor— en la comunicación virtual tienen un efecto psicológico, pues reducen el calor humano, la sensibilidad y otras facultades que nos han convertido en seres con inteligencia superior. La comunicación virtual sirve sí —y mucho— como un complemento, pero de ninguna manera reemplazará a la presencial. Y ello lo están confirmando los alumnos y profesores que están regresando a las aulas. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

 

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