Opinión

El desprecio por lo antiguo (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Comentábamos ayer cómo el escritor Ernesto Sabato ya intuía algunas de las consecuencias negativas de la tecnología en la comunicación familiar y social. En “La resistencia”, una de sus máximas obras, el ensayista argentino advertía: “A medida que nos relacionamos de manera abstracta, más nos alejamos del corazón de las cosas y una indiferencia metafísica se adueña de nosotros mientras toman poder entidades sin sangre ni nombres propios”.

Sabato había llegado a esta sentencia luego de recordar que le habían mostrado una exposición “virtual” a través de una computadora, lo que calificó como “cosa de mandinga”. Esta expresión en el lunfardo, que es la jerga originaria del Río de la Plata, significa “cosa del diablo”. A inicios de los 2000, cuando Sabato publicó dicha obra, el ciberespacio aún se mantenía como selva virgen y la era digital recién daba sus pininos.

Si bien la tecnología nos ha traído gran desarrollo, que ha sido fundamental durante los periodos de confinamiento por la pandemia, también está alargando las distancias, la superficialidad y la frialdad de las personas. A tal punto que una periodista, como decíamos al empezar esta columna, se burla de las personas que siguen viendo televisión por cable, que trae a casa información noticiosa, de política, sociedad, cultura, deportes, etc., en vez de reemplazar todo esto por plataformas modernas que solo tienen productos audiovisuales enlatados, sin la emoción del vivo y en directo.

Es como si nos dijeran, por ejemplo, que por qué no pedimos un cebiche por delivery mediante un aplicativo para comerlo en soledad en casa, en vez de darnos el gusto de ir a un restaurante y disfrutarlo en medio de los exquisitos aromas que salen de la cocina, con la amena charla de una compañía y ordenar luego el postre que se nos antoje.

Insistimos, hay un afán existencial de un sector de la juventud por reemplazar todo lo antiguo, tradicional o convencional por mecanismos modernos, cuanto más digitalizados, mejor. En el caso de la frase “cómo es que gente de menos de 80 años todavía ve televisión por cable”, que dio origen a estas reflexiones, incluso se denota un contrasentido, pues un periodista jamás puede prescindir de las noticias, las cuales solo están en la televisión por cable o de señal abierta, que realmente es lo más importante. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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