Opinión

Buen trato al turista

Por: Antero Flores-Araoz

Recientemente, se ha aprobado, promulgado y publicado la Ley 31816, mediante la cual se norma un régimen especial para la facilitación aduanera en eventos internacionales declarados de interés nacional.

La finalidad de la norma, según lo establecido en ella misma, es conseguir que en el Perú se realicen eventos internacionales, lo que redundará en la reactivación del turismo receptivo. En efecto dicho turismo sufrió las consecuencias del COVID 19, su pésimo tratamiento gubernamental durante la gestión de Martin Vizcarra, a lo que se suma la conflictividad social.

Sin duda alguna, el propósito de la norma es loable y en él concurren tanto el Poder Legislativo que sancionó dicha Ley, como el Ejecutivo que la promulgó. Sin embargo, difícilmente logrará su finalidad de atraer turismo, porque para el tratamiento aduanero excepcional para la internación temporal de bienes necesarios para los eventos internacionales es complicado y, las fianzas que se exigen evidentemente son costosas.

Más grave aún que lo expuesto, es no darse cuenta de que para que haya turismo receptivo no basta decir que nuestra cocina es de excepcional calidad y que en el Perú se encuentra el restaurante considerado el mejor del mundo. El turista lo que exige primordialmente es ser bien tratado y lamentablemente eso no viene sucediendo.

El buen trato al turista tiene que ser amplio, desde su ingreso al país por puertos y aeropuertos de primer nivel, con todas las facilidades que requieren, como buen transporte para ir desde el lugar de llegada hasta su alojamiento, como estar sujeto a tarifas adecuadas y no a la voluntad del transportista.

Si el turista que llega, como ha sucedido innumerables veces en el Cusco, encuentra el aeropuerto prácticamente cerrado, sin movilidad terrestre para ir a respectivo hotel y tener que cargar con su equipaje, indiscutiblemente no tendrá una buena recordación de viaje y menos recomendará al país como destino turístico.

Si encima de los fastidios señalados, el trato de quienes prestan los servicios turísticos no es del todo amigable, la percepción será peor y si para tomarse alguna foto, se exige al turista una elevada “propina”, la molestia va en ascenso.

El turista también requiere confiar en el país que lo albergará por breve temporada, esto es poder salir a las calles con tranquilidad, disfrutar de sus visitas turísticas sabiendo que no se encontrará con turbulencia social ni política ni de ninguna otra naturaleza, que no será asaltado en calles o plazas y que tiene la garantía de volver al país de origen satisfecho de su visita.

Lo antes expuesto significa que hay que hacer comprender a nuestros ciudadanos que si queremos tener turismo receptivo, que nos deja divisas por el transporte, alojamiento, comidas, artesanías y muchos otros bienes y servicios que adquieren los visitantes, tenemos que tratarlos bien y que encuentren en su visita paz social. Nadie quiere viajar para encontrarse inmerso en conflictos ajenos. Insisto, el turista quiere paz, tranquilidad, sosiego y sana diversión, ténganlo muy presente.

(*) Expresidente del Consejo de Ministros

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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