La tiranía de los representantes (IV)

Por: Iván Pedro Guevara Vásquez

Los representantes no existen sin los representados. En la teoría política de la democracia, los representantes al Congreso de la República, el presidente y Vicepresidentes de la República representan, valga la redundancia, a la población, la cual los eligió en un proceso de elecciones generales mediante el sufragio universal, en donde ningún mayor de dieciocho años de edad está excluido de su derecho de sufragio en las urnas electorales.

A diferencia de décadas atrás, ahora todos los mayores de edad pueden votar: varones y mujeres, letrados e iletrados, profesionales y no profesionales, etc. Ahora los representantes electos ya no pueden decir que no han sido elegidos por mujeres ni por analfabetos. Ahora todo el bloque de la población mayor de dieciocho años de edad elige a tales representantes, por lo que éstos se deben a los representados; es decir, a la población.

Si bien dentro de la población general, hay diversos sectores de la misma, que se inclinan ya sea por un conservadurismo o por un liberalismo en lo político o en lo económico, lo determinante es el criterio de la mayoría de la población: la población mayoritaria. Y actualmente la mayoría de la población, a través de sendas encuestas, desaprueba, en gran medida (de manera contundente) a la actual presidenta de la República, Dina Boluarte, así como al actual Congreso de la República, el cual ya tendría a la fecha nada menos que un dígito de aprobación.

Pese a que las encuestas también habrían arrojado como resultado que debería de haber un adelanto de elecciones, pues después de los asesinatos en el sur del país con motivo de las protestas sociales, según la encuesta nacional de Ipsos Perú para América TV, el  70% de los peruanos pedía que se realice las elecciones generales para este año 2023.

De ahí el temor en el actual Congreso de la República de que se pronuncie la población no solamente respecto a la bicameralidad, sino prácticamente sobre toda modificación y reforma constitucional, que incluye ciertamente el tema del adelanto de las elecciones generales.

¿Por qué su miedo? Es el miedo y temor del representante que sabe perfectamente que se ha excedido en sus labores de representación, y que hace todo lo posible para que el representado no lo revoque. Pero es cuestión de tiempo para que el representado revoque su representación.

(*) Analista político.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba