Opinión

Puntos débiles del próximo Gobierno

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Sea cual fuere la persona que juramente al cargo de presidente República el 28 de julio, fecha emblemática porque se cumple el bicentenario de la independencia del Perú, el ejercicio de sus funciones va resultar muy difícil y complicado. Tendrá en contra no solo las arcas vacías, por la pandemia, con los consiguientes problemas como el desempleo, la pobreza y la inseguridad ciudadana, sino también una débil minoría parlamentaria en el Congreso y a más de medio país en contra, expurgando sus decisiones, con la mirada puesta en sus movimientos. Porque, gane quien gane, solo habrá tenido un respaldo real de menos del 20% de la población.

El caso del Perú, donde en cinco años hemos tenido cuatro presidentes (Kuczynski, Vizcarra, Merino y Sagasti), puede ser considerado como un precedente de las amenazas que acechan a la democracia en América Latina, donde las poblaciones están en busca de opciones, de caminos que se abran a nuevos esfuerzos que ofrezcan respuestas diferentes, capaces de superar la corrupción, la exclusión social y otros lastres.

Sin embargo, aun cuando están apareciendo nuevos líderes, algunos de tendencia izquierdista y con propuestas heterodoxas, la democracia mantiene su prestigio y su consistencia en América Latina.

Un fenómeno extraño en el Perú es el hecho de que aquí no se hayan formado coaliciones, como las hay en México o Chile, donde los partidos de derecha se agrupan con los de centroderecha y los de izquierda con los de centroizquierda, para así concentrar fuerzas y tener mayores opciones de triunfo en procesos electorales. Quizá lo más cercano a esos intentos en el Perú fueron los del Fredemo e Izquierda Unida para las elecciones de 1990, pero no llegaron a buen puerto.

En las actuales circunstancias tendría que ser a la inversa. Los candidatos por sí solos, debido a su demostrada inconsistencia programática y ausencia de cuadros políticos y técnicos propios, tendrían que contar, de llegar al poder, con el apoyo de otras agrupaciones políticas. Pese a la aparente voluntad de algunos líderes políticos mostrada en la campaña electoral de la segunda vuelta, eso está muy difícil. Se tendrían que deponer intereses y desterrar mezquindades. Los políticos peruanos, salvo honrosas excepciones, tienen como estrategia aniquilar al rival para tener limpio el camino. Ojalá esto cambie por el bien del país. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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