Opinión

Piñera el grande

Por: Alberto Bajak Miranda

Pocos gobernantes en la historia han tenido el carisma y don de gentes como atavío, que los impulsó a brillar avasalladoramente en el firmamento mundial, siendo reconocido ese liderazgo, hasta por los peores enemigos políticos de coyuntura. Además, capaces, de torear el temporal de situaciones extremas en favor de sus respectivos países. Uno de ellos fue Ronald Reagan y el otro, Sebastián Piñera Echenique.

Sebastián Piñera ha trascendido fronteras. Se ha hecho inmortal. Exitoso consuetudinario, economista de Harvard y gran comunicador, hombre de sonrisa permanente, ha sido una especie de Rey Midas del emprendedurismo y los negocios. Todo lo que tocaba, lo convertía en oro, plata y dólares.

Sin duda el don inspiracional otorgado por el Divino fue manifestado en él, con absoluta prolijidad para amasar fortunas sin ápice de complejidad y con sencilla prontitud. Incluso, ante su éxito arrollador como profesional, empresario hotelero e inmobiliario, quiso acceder a algo más. Por ello, el destino, aquel concepto abstracto y cronológico que tiene a Dios como anónimo maestro y guía, le tenía reservada otra notable victoria.

Piñera, era hincha de la Universidad Católica, no de Colo Colo, el equipo más popular de Chile, algo así como Universitario de Deportes en Perú. Pero su hermano Miguel, después de la derrota electoral ante la socialista Michelle Bachelet en 2005, le recomendó introducirse en el fútbol y asumir el control del popularísimo Colo Colo. “¿Quién es de la Católica? 10 manitos. ¿Quién es de la U. de Chile? 30 manitos. ¿Y quién es de Colo Colo? 50 manitos”. Ahí Miguel lo confronta y le dice “Sebastián, si quieres ser presidente de Chile, tienes que hacerte colocolino” Inmediatamente, Piñera, un hombre que construía en base a consensos y sabía escuchar consejos, compró sin titubear la mayoría de acciones del famoso equipo. A la llegada de Piñera como mandamás, llovieron grandísimos éxitos deportivos para Colo Colo. Y esos éxitos, como profetizó su hermano, catapultaron al empresario inexorablemente, hacia la presidencia de Chile.

Dos días después, post mortem, un amigo mío de una universidad limeña caviar por antonomasia, me señala que Alan García era mejor orador. En realidad, la comparación no solo es absurda, inviable, inasequible, inadmisible, sino ilógica, porque Alan era un zoon politikon. Y Piñera, a pesar de convertirse en político en su longevidad y sin beber néctares políticos desde temprana edad, demostró que fue extraordinario retórico sin necesidad de transitar por los debates ideológicos y la cosa política que forjaron a Alan García como un gran orador por excelencia.

Sebastián Piñera Echenique, era un hombre focalizado en grandes cosas, no en nimiedades. Cuando encontraba alguna camisa que le gustaba, compraba una docena del mismo diseño sin complejos, ni arrepentimientos. No era rencoroso, no odiaba a nadie y sabía aprovechar las grandes oportunidades.

Él dijo alguna vez, como reconociendo sus errores: “La vida no es fácil, porque uno tiene sus genes y cuesta domesticarlos” Hombre inteligente, analítico, pero simple en la toma de las decisiones. Alguna vez le espetó a un amigo suyo: “¿Para qué vas a comprar un auto nuevo, si el auto usado vale la mitad?” Lo extrañaremos, señor presidente.

(*) Analista político

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