Opinión

¿De incentivo, coima o “alita”?

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Algunos medios de comunicación, por dárselas de serios o mesurados, no llaman a las cosas por su nombre. Por ejemplo, utilizan la palabra “incentivo” como sinónimo de coima. Según el Diccionario de la Lengua Española de la RAE, que contiene lo que sería una suerte de tablas de la ley del idioma castellano, “incentivo” tiene solo dos acepciones. La primera es la persona “que mueve o excita a desear o hacer algo”; la segunda, “estímulo que se ofrece a una persona, grupo o sector de la economía con el fin de elevar la producción y mejorar los rendimientos”. ¿Qué tiene eso que ver con una coima pura y dura?

Si usáramos esa terminología blandita o suavecita, ¿qué palabra tendríamos que emplear para designar a lo que los corruptos de estos tiempos denominan una “alita”? ¿Un incentivo ínfimo o irrisorio? No, señores. Una cosa es ir por los caminos del lenguaje culto, elegante y fino; otra, entrar en remilgos exagerados y usar palabras que no significan exactamente lo que se pretende decir.

A veces, cuando se le sugiere a alguien un término más apropiado, pero no tan rebuscado, responde –muy seguro de sí– que “esa palabra no está en el diccionario”. Nos pasó en una oportunidad con un colega mexicano, quien nos dio esa respuesta, pero se quedó asombrado cuando le mostramos que hasta “mordida” figura en el diccionario de la RAE y significa “provecho o dinero obtenido de un particular por un funcionario o empleado, con abuso de las atribuciones de su cargo”.

Claro, el que se use o no una palabra del lenguaje coloquial o no también depende del tono del mensaje que se está dando. Sin embargo, hay palabras irreemplazables y de ninguna manera “incentivo” puede ser sinónimo de coima. Se puede usar soborno, término que es más común en Argentina, pero incentivo, de ninguna manera.

En la jerga peruana también existen otras palabras muy propias que significan coima o soborno. Está, por ejemplo, la cutra, que, según la RAE, es el “provecho o dinero obtenido de un particular por un funcionario o empleado, con abuso de las atribuciones de su cargo”. Y en los círculos de la corrupción, de demostrada creatividad para inventar términos, además de las “alitas” –de reciente data, por cierto– también son comunes las “aceitadas”, las “pitufeadas”, el “bolo” y los “horarios de éxito”. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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