Petrozzi: la política no va con el canto
En nuestra variopinta política se ha creído que improvisando candidatos tendríamos un mejor protagonismo en el Congreso y que las necesidades del ámbito que representan iban a ser reflejadas en el parlamento.
En 1978 ingresó como Constituyente Ernesto Sánchez Fajardo, conocido como “El Jilguero del Huascarán”, cuyo paso por el hemiciclo apenas si fue percibido. Sánchez era un reconocido folklorista y defensor de los derechos de los artistas vernaculares, pero no un político. Otros artistas intentaron obtener una curul pero no tuvieron éxito. A diferencia de algunos que al fracasar como artistas se dedicaron a la política y tuvieron un final deleznable como el de Iván Noguera el ex integrante del fenecido Consejo Nacional de la Magistratura que se hacía llamar “Dr. Rock”, y con eso promocionaba la venta de entradas a sus estrambóticos conciertos.
Al conocer el fallecimiento de Francisco Petrozzi uno de los pocos cantantes líricos que ha dado nuestro país y cuyo nombre está al lado de Luis Alva, Alejandro Granda, Ernesto Palacio y Juan Diego Flórez, me trae a la memoria su simpatía personal, su pasión por el arte y la cultura.
Petrozzi fue profesor de la Universidad de Western Ontario en Canadá; contratado en la ópera de Passau; interpretó “La Bohéme” en Múnich; y desde 1999 era parte de un selecto elenco que actuó en varios lugares el mundo, siendo su principal mentor el afamado director de orquesta Zubin Metha una de las cumbres de la filarmonía mundial.
En 2016 se acerca a Fujimori y logra postular a un escaño al Congreso por la agrupación Fuerza Popular, y durante su gestión fue dos veces presidente de la Comisión de Cultura. Pero en octubre de 2018 renuncia inesperadamente al partido que lo llevó al Congreso justificando que “no tenía independencia para tomar decisiones”.
Después se unió a Gino Costa y Alberto de Belaunde formando lo que llamaron la bancada Liberal, en un abierto antagonismo contra aquellos que lo llevaron a la representación nacional; para después, disuelto el Congreso inconstitucionalmente asumir el ministerio de Cultura. Dejó la cartera de Cultura a un poco más de 60 días de asumirla al haber destituido al conocido periodista Hugo Coya de la Presidencia de IRTP por darle excesiva cobertura televisiva a la liberación de Keiko Fujimori. Vizcarra quiso compensar su abrupto despido enviándolo a su solicitud en febrero de 2020 como agregado cultural en Alemania donde vivía su hijo.
De regreso al Perú en 2022 se presentó por Alianza Para el Progreso a la alcaldía de San Isidro obteniendo solo 2,183 votos. Probablemente este último paso negativo por la política le haya significado hacer un balance, pues en sus últimas entrevistas dijo que su peor error fue ser ministro de Cultura en un gabinete donde no había Congreso; además, era evidente que Vizcarra actua- ba con la libertad de un dictador.
El arte le era inherente a Petrozzi tanto así que llevó un piano a su despacho y el canto era su pasión: recuerdo mucho que en una ceremonia donde se develó un busto del presidente Belaunde en la sede de la embajada argentina, dijo que “todos han dado muy buenos discursos y lo que quiero es cantar”, e interpretó una melodía que mereció el aplauso de todos los asistentes. El artista busca el aplauso del público que es la aprobación de lo que hace; mien- tras que el aplauso al político es efímero y no siempre sincero; Petrozzi no podía conseguir ambos. La música tiene la ventaja de agradar a todos y de no hacer daño a nadie, es el eco de las almas y de todas las voces. Sin embargo, la política es entrar a un campo restringido, especializado, es una forma de concebir, plantear y resolver problemas, la política hizo grande a Atenas y a partir de allí contribuyó a las artes. La música es reposo y olvido y la política es acción y memoria; y como decía De Vigny “el ciudadano verdaderamente libre es aquel que no depende del gobierno ni recibe nada de él”, Petrozzi lo descubrió tardíamente, será recordado como un excelente tenor.
(*) Excongresista
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