Opinión

Control de precios ¿otra vez?

Por: Antero Flores-Araoz

Desde mucho tiempo atrás se viene diciendo que el ser humano es el único ser viviente que comete los mismos errores repetitivamente y que parecería que le fascina “tropezar con la misma piedra”.

Con lógica razón se preguntarán ¿a qué viene la reflexión aludida? La respuesta es muy simple: a la pretensión de cambiar artículos del régimen económico de la Constitución, para terminar con la libertad para fijar precios e ir al control de los mismos, no sabemos si de todos los bienes y servicios o a parte de ellos. Cualquiera sea el objetivo, la pretensión es perniciosa.

En diversas circunstancias de nuestra historia hemos tenido controles en los precios, regulaciones en la fijación de tarifas de algunos servicios esenciales que se consideran básicos, así como drásticas sanciones ante las infracciones a sus perversas reglas.

La última etapa de nuestra vida republicana en que se cometió tal atentado contra consagradas leyes económicas y de mercado, fue en la segunda mitad de los años 80, en que por lo absurdo de la medida tuvimos el vergonzoso privilegio de ser el segundo país del mundo con mayor inflación, y no pongo el guarismo para que se empeñen en buscarlo y se horroricen de su gravedad. Ello, a su vez nos tuvo luego que llevar a cambiar nuestro signo monetario del Inti al Nuevo Sol, hoy simplemente Sol. Para cualquier cosa había que llevar en carretilla los billetes del Inti para comprar cualquier alimento y ni qué decir si se trataba de bienes de capital. Lo decimos no con el ánimo de molestar a nadie, sino solo para ilustrarlo dado que las imágenes son más didácticas que cualquier lectura.

Al comenzar los años noventa, como consecuencia de la brutal crisis económica en que habíamos caído, obligó al sinceramiento de los precios y originó inimaginables sacrificios, siendo ello a su vez el precio que se tuvo que sufragar por los errores cometidos, seguramente con buena intención, pero con catastrófico resultado.

El control de precios lleva normalmente al desabastecimiento puesto que, si hay inflación, el cambio monetario se deteriora, se requiere de mayor moneda nacional para adquirir la extranjera con la cual pagar los insumos importados, ello eleva los precios de los productos finales.

La anómala situación también lleva a la búsqueda de las criolladas, como cambiar el nombre a los productos. Ya no produzco ni vendo jamón tipo “inglés”, ahora lo etiqueto como jamón de “York”. El desabastecimiento lleva a las famosas colas en que muchas veces los compradores de bienes de primera necesidad las tienen que hacer desde la madrugada y a la intemperie. Por supuesto que también induce a los “mercados negros” y a la perpetración de acciones contrarias a la ley, convirtiéndose el Estado en instigador de malas acciones.

Nadie va a producir para perder por los controles de precios, lo que generará cierre de empresas, desempleo, menor recaudación tributaria y con ella desatención de las obligaciones del Estado para con los ciudadanos. En buen romance: gran desastre que debemos evitar rechazando medidas populistas y antihistóricas.

(*) Excongresista de la República

(*) Expresidente del Consejo de Ministros

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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