Opinión

Perú, país de la indiferencia electoral

Por: Jerjes Loayza

Los resultados electorales nos desnudan por entero ante una realidad sumamente dura: el hartazgo de una clase política por parte de buena parte del Perú. Se trata de Pedro Castillo, un candidato que ha logrado que más de 2 millones y medio de personas voten por él, con la esperanza de romper la concatenación histórica de un país sumamente desigual. Lo cierto es que muchos se preguntan a qué se debe.

En primer lugar al hecho de que, una vez más y con mayor escándalo esta vez, el margen de error de las encuestadoras puede ser abismal, en tanto creen que puede reflejar la dinámica intersubjetiva de la población, más aun de aquella que se encuentra más alejada de los espacios urbanos y periurbanos. Pensar que un muestreo es confiable, por más estratificado que este sea, es iluso y peligroso cuando se trata de unas elecciones en contextos dubitativos, diferenciados y sumamente desiguales.

En segundo lugar se cree que esta izquierda le habría restado votos a la “otra izquierda” de Verónica Mendoza, sin embargo no es totalmente cierto. Juntos por el Perú se ha ido constituyendo como la izquierda democrática casi liberalizada propia de contextos europeos en donde los derechos sociales e inclusivos son trascendentales, bajo el liderazgo de intelectuales prominentes cuya preparación académica es muy conocida en el contexto académico nacional. Sin embargo son personas adscritas a zonas de confort y comodidades que los convertirían, a los ojos de muchos que buscan propuestas un tanto más radicales, en meros caviares sin mayor trascendencia para la transformación nacional.

La izquierda de Castillo es una que no apela a los derechos sociales, caracterizada por poseer a enteros desconocidos que poco a poco iremos conociendo: son sujetos que desconoce el Perú mejor posicionado económicamente. Es una izquierda que rehúye a los derechos sociales, al enfoque de género o una educación meritocrática, poniendo en duda el trabajo de la SUNEDU.

En síntesis, esa otra izquierda representa el conservadurismo de un país que no solo está cansado de la tradición política, sino que refleja su tradicional forma de pensar en una izquierda que conserve determinados valores anquilosados desde tiempos coloniales.

En tercer lugar, y para concentrarnos en un congreso dividido, no entendemos ni sabemos por quiénes votamos en la medida que nuestra educación política ha sido siempre marcada por el militarismo, el autoritarismo y la verticalidad. Tememos opinar, participar, deliberar o creer en una mejora del sistema político con nuestra incursión protagonista. A unos les da miedo, a otros les da pereza, a otros les parece una pérdida de tiempo y a otros les parece algo inútil en tanto el estatus quo es algo imposible de cambiar por la llamada política en el Perú.

(*) Docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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