Opinión

El fútbol y la política

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Un pintoresco periodista, que en las redes sociales se presenta como “el entrevistador más leído del mundo”, publicó un video donde intenta editorializar sobre la derrota de Argentina por 2-1 a manos de Arabia Saudita. Según él, ese partido puede ser cabalístico para la selección gaucha, pues en México 86 en su primer partido perdió 1-0 ante Camerún y al final ganó el campeonato. El dato es falso, pues esa derrota no fue en México sino en Italia 90, donde campeonó Alemania. Lo que sí es cierto es que, así como hay “carreras de caballo y paradas de borrico”, en muchas competiciones, especialmente en el atletismo, el ganador arranca desde atrás y poco a poco va trepando hasta llegar primero a la meta. En el mundo de la política también pueden darse malos comienzos que sirven de acicate para remontar y terminar una gestión con el sello del éxito o al menos con la satisfacción de haber cumplido.

Aunque el fútbol no entra en la esfera política, sino en la del deporte y el espectáculo, ambos son una competencia. No es forzada, entonces, la analogía porque, así como en el fútbol, en la política también hay repechajes, segundas oportunidades, nuevas chances y hasta premios consuelo.

Volviendo al mencionado periodista, en su curioso análisis dice que en el fútbol son once contra once, por lo que cualquiera de los dos equipos puede ganar. Otro error, pues —aunque el triunfo de un equipo chico sobre uno grande a veces despierta más simpatías y pasiones— por lo general en el resultado pesan la historia, la habilidad, los esquemas de juego, las tácticas, las estrategias y hasta la inteligencia emocional. En cuestión de personalidad, por ejemplo, Messi no es Maradona.

Eso significa que, siguiendo con el parangón, en la política también se requiere de las llamadas habilidades duras (experiencia, conocimientos) y blandas (liderazgo, habilidad comunicativa, inteligencia emocional). Sin embargo, en el juego de la democracia, a veces no nos queda otra que hacer de tripas corazón.

El primer año de Gobierno no fue bueno y el actual también está lejos de alcanzar ese calificativo. El presidente Castillo, según la última encuesta de Ipsos Perú, tiene apenas 27% de aprobación y un 66% de desaprobación.

Es decir, está con el marcador en contra. Ojalá pueda remontar por el bien de todos los peruanos, pero con juego limpio, sin corrupción. En la política también hay fair play. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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