Opinión

No a la violencia y el caos (I)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

En noviembre del 2020, Lima fue epicentro de una multitudinaria marcha de protesta contra la investidura de Manuel Merino como presidente, tras la vacancia de Martín Vizcarra. La protesta, que fue convocada principalmente a través de las redes sociales, provocó la renuncia de Merino y también la lamentable muerte de dos jóvenes manifestantes.

Se eligió a un nuevo Congreso en comicios extraordinarios realizados en enero del 2020 y los parlamentarios elegidos, novatos e inexpertos, fueron una decepción y estaban lejos del nivel de sus antecesores, que al menos tenían experiencia y algunos destellos de decencia, pero que no pudieron ir a la reelección porque justamente Vizcarra había impulsado la no reelección.

Hoy estamos ante un escenario muy parecido. Fue elegido un presidente que carecía de la preparación y la capacidad necesarias para desempeñar eficientemente tan importante cargo. Carecía también de la idoneidad y los valores necesarios como para no enredarse tan fácilmente en la telaraña de la corrupción. Pedro Castillo intentó dar un golpe de Estado y fue vacado del cargo, como corresponde cuando un mandatario pretende quebrar el orden constitucional y violar la democracia. El Congreso, por las mismas razones, no es el que se esperaba, pero se mantiene al amparo de la legalidad. Y Dina Boluarte ocupa el cargo de presidenta de la República, de acuerdo a la línea de sucesión, pues era la vicepresidenta de la República.

La presidenta le hace frente a la tarea en medio de grandes desventajas, pues Castillo dejó un gobierno debilitado, hay un grupo de presidentes de países sudamericanos que le tiene animadversión, estamos en una etapa pospandémica de secuelas económicas difíciles de resolver, vino la guerra de Rusia con Ucrania y el panorama externo se torna complicado. Pese a todo, nuestra economía es mucho mejor de la mayoría de los países de la región y el sol es una moneda tan fuerte, que ahora lo llaman el “dólar sudamericano”.

Sin embargo, intereses subalternos, diversos, dispares, contradictorios y ambiguos se han confabulado para hacerle el juego a un grupo de políticos, limeños y regionales, que propugnan, irresponsablemente, la renuncia de la presidenta Dina Boluarte y el cierre del Congreso, además de la devolución de su cargo de presidente a Pedro Castillo. La llamada “Toma de Lima” solo causaría inestabilidad, incertidumbre y caos social, político y económico, precisamente en el momento en que los peruanos luchan por levantarse. Mañana continuamos. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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