Opinión

Los riesgos del poder

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Max Weber, el sociólogo alemán que opuso al determinismo económico marxista una visión más compleja de la historia y la evolución social, decía que el poder político es la lógica del ejercicio de las funciones por parte de las personas que ocupan un cargo representativo dentro del gobierno. Para el ejercicio del poder, el gobernante precisa de un equipo formado por ministros, secretarios, asesores y consejeros, que tengan capacidad y sean honrados.

Es un grave error designar en puestos claves del Estado a personas no solo sin experiencia ni credenciales profesionales, sino también con trayectoria dudosa o pasado oscuro. Un funcionario corrupto es más peligroso que uno mediocre. Pero si a la incapacidad se le suma deshonestidad y malas artes, lo que se tiene entre manos es una bomba de tiempo. Por eso el político y ensayista español Enrique Tierno Galván afirmaba que “el poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado, o estalla”.

La tecnología permite que obtengamos fácilmente los antecedentes y hojas de vida completas de cualquier persona que se atribuya los méritos necesarios para ocupar un cargo público. Muchas veces basta con escribir su nombre en Google para conocer su trayectoria. Y en el caso de una persona con poder no es necesario que ella misma se tome el trabajo de realizar esa tarea, pues basta con pedírselo a un subordinado. Así que no hay excusas.

Por eso no tiene explicación la facilidad con que personas no calificadas y con antecedentes policiales y hasta judiciales hayan ingresado al aparato estatal para desempeñar cargos importantísimos. El secretario Bruno Pacheco, el amigo Zamir Villaverde y varios ministros de los más de 50 que ha tenido el actual régimen le han hecho mucho daño al Gobierno.

Desde un principio se percibieron altas dosis de autosuficiencia y animadversión por los protocolos y los mecanismos establecidos para manejar el poder. Puede ser un estilo de gobierno o de liderazgo, pero no se debe poner a alguien en un cargo solo porque es amigo, lo recomendó algún allegado o simplemente nos cae bien. No utilizar los filtros necesarios es mostrar ingenuidad y desconocimiento.

Ahora el presidente Pedro Castillo debe demostrar que se equivocó al confiar en esas personas. De no hacerlo, le daría peso a la tesis de su responsabilidad en hechos de corrupción y que esas personas en realidad eran cómplices.

De él depende que no termine en la lista de gobernantes a los que se refirió John F. Kennedy cuando dijo: “En el pasado, aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomo de un tigre acabaron dentro de él”. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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