Opinión

Las buenas intenciones en la política

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Las buenas intenciones no necesariamente se traducen en buenos resultados. Para realizar bien las cosas, en cualquier actividad, es necesario hacer una planificación y, algo fundamental, contar con las herramientas adecuadas para ejecutar el proceso. Si se trata de administrar una empresa o gobernar un país, el material humano será determinante. No nos podemos atener al acto reflejo de la improvisación.

Quizá no exista un solo político que haya deseado implementar un desastre, causar una crisis y terminar en el fracaso; todos tienen buenas intenciones, algunos más que otros, eso sí. Sin embargo, las buenas intenciones son solo una parte de una gestión o política pública exitosa. En el caso de un gobierno, se requiere de un plan, un líder, un equipo y buena voluntad. Las buenas intenciones solo están en esta última parte.

Si bien un presidente, un ministro, un congresista o cualquier otro funcionario público de alto rango necesita tener cerca a personas leales, lo más importante es que su equipo esté conformado por gente capacitada y honesta. Esto es, profesionales que estén preparados en funciones políticas y técnicas. Y que estén dispuestos a ejercer también la honradez.

Las políticas públicas son los proyectos o actividades que un Estado diseña y gestiona a través de un gobierno y una administración pública con fines de satisfacer las necesidades de una población. Aplicar estas acciones no es tarea sencilla. No se trata de juntarse con los amigos y armar un plan recurriendo al ingenio o la habilidad de algunos de ellos para poner en ejecución lo previsto.

Se precisa de preparación y tiempo. De profesionales capaces, con experiencia, serios y rectos. Hay ocasiones en que el funcionario puede ser un dechado de honestidad y buena voluntad, pero lamentablemente no cuenta con los conocimientos necesarios. No tener la preparación adecuada para ejercer un cargo o carecer de la responsabilidad necesaria, ya sea en la actividad política o la función pública, se ha vuelto muy común en estos tiempos. Y esa es también una de las causas principales del fracaso de los proyectos políticos. Los errores hay que corregirlos, pero a tiempo. Colocar a las personas idóneas en los puestos claves es una de las grandes responsabilidades de un líder. Esa premisa aplica para todos los ámbitos y poderes del Estado, instituciones autónomas, empresas y hasta clubes de fútbol. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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