Opinión

La renuncia

Por: Omar Chehade Moya

Lamentablemente el Perú está viviendo un estado de caos y anarquía que terminaron en protestas y multitudinarias manifestaciones el martes pasado que pedían la renuncia de Pedro Castillo de la presidencia de la República. En la noche anterior, casi en la madrugada, el jefe de Estado dio un mensaje a la nación decretando un abusivo e inconstitucional toque de queda que duraría todo el martes 5 de abril. Vaya el día que eligió para hacerlo. Treinta años antes, Alberto Fujimori daría un autogolpe de Estado para perpetuarse en el poder que a la larga le costó varios años de prisión, así como a su más cercano entorno.

Tras el paro de transportistas por la desmedida alza de gasolina y precios de productos básicos, y ante la incapacidad del gobierno, a Castillo no se le ocurrió mejor idea que tratar de encerrarnos en nuestras casas todo el día martes. La medida, además de injustificada, desproporcionada y abusiva, fue también improvisada, porque no daba tiempo a la gente más informal ni a los comercios, ni mucho menos a la gente más pobre que vive del día a día, de poder abastecerse y solucionar la emergencia.

Todo lo que ha hecho Pedro Castillo desde que juró la presidencia ha sido improvisado y mal ejecutado. Él mismo es producto de la improvisación y el caos, y si esto es así, no podíamos esperar que sus decisiones y su forma de gobernar fueran diferente y eficiente. Al decretarse la inmovilización social al filo de la madrugada, la población no durmió, amaneció justificadamente enfurecida, hasta los oportunistas aliados de izquierda criticaron tal desatinada medida del gobierno, y en masa no solo se anunció desacatar el estado de emergencia y toque de queda, sino también salir a marchar por las calles de Lima hacia el Congreso, hacia Palacio de Gobierno y la Plaza San Martín.

Personas de todas las edades, ciudadanos de todos los estratos sociales y banderas políticas marcharon decididos a pedir la renuncia del desastroso e incapaz presidente. Para redondear la faena de errores, al Congreso no se le ocurrió mejor idea que invitar por la tarde, en plena marcha de protesta, al presidente Castillo.

Fue tan torpe e inoportuna la invitación, como abrazar a una persona envuelta en llamas. Ya por ese momento, Congreso y Ejecutivo estaban a la luz de la población, absolutamente chamuscados. Un Congreso precario que solo piensa en la quincena y como sobrevivir los cuatro años y pico de gestión, y un presidente incapaz moral e intelectualmente, que solo atina a echarle la culpa de la crisis a la guerra de Ucrania con Rusia, y a la pasada pandemia del COVID.

La nación está harta de las torpezas de Castillo y su sequito que desgobierna el Perú. Si Pedro Castillo tuviera un poco de dignidad y un ápice de inteligencia, debería renunciar mañana mismo a la presidencia, sino todo el país irá por él. Es un hombre sin rumbo ni conciencia, que está absolutamente deslegitimado. Lástima que este Congreso no sea la reserva moral del país, y se haya puesto a la insignificante altura del inefable Castillo.

(*) Ex vicepresidente del Perú y excongresista de la República

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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