Opinión

La danza de patear el tablero (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

En la convulsión social que se está promoviendo confluyen varios intereses, aunque ello no quita el derecho a la protesta que tiene la población, libre de injerencias y manipulaciones. Pero lo más particular es la comunión entre los rezagos del terrorismo -representados los Quispe Palomino, focalizados en el Vraem- y el sector caviar de la izquierda, que parece guiarse por la frase “a río revuelto, ganancia de pescadores”.

Resulta raro ver, por ejemplo, a Verónika Mendoza, por un lado llamando a la población a salir a realizar marchas de protesta en las calles, para que caiga el régimen de Dina Boluarte, en un tácito respaldo a la denominada “Toma de Lima”. Mientras que la “camarada Vilma” hace lo mismo, aunque con el lenguaje característico de los terroristas de Sendero Luminoso, calamitoso e intimidatorio, que difiere de la prédica a veces ambigua, tibia y acomodadiza de quienes son motejados como caviares.

Verónika Mendoza ha quedado chamuscada políticamente no solo por su inicial respaldo a Pedro Castillo, que le granjeó algunos beneficios políticos a su agrupación, sino también por su apoyo a Susana Villarán, una exalcaldesa que ha reconocido que usó dinero de la corrupción. Un escenario de caos e incertidumbre definitivamente le conviene a este sector político y a ello se debería su respaldo a la “Toma de Lima”. Pero, claro, esa adhesión tiene que ser indirecta, de refilón, pues las organizaciones que encabezan esa protesta rechazan que el sector caviar se suba al coche.

Cualquiera diría que los congresistas de izquierda que agitan el ambiente social, en busca del caos, el desgobierno y la caída de la presidenta Dina Boluarte, aman tanto al país que prefieren ir al sacrificio, al no importarles perder su curul con tal de hacerle un bien al país, pues -según la Constitución- no hay reelección. Pero no es así, promueven la convocatoria a nuevas elecciones y una Asamblea Constituyente para una nueva Constitución. Es decir, querrían nuevas reglas de juego, leyes a su medida para no alejarse del poder.

Si se precipitan las cosas, ¿quién iría de presidente? ¿Verónika Mendoza, Martín Vizcarra, Edwin Martínez, Guillermo Bermejo, el moradito Julio Guzmán, un outsider como Castillo? ¿Alguno de “los niños” o “mochasueldos” -ya parecen mayoría en el Congreso-, uno de los radicales de izquierda que ensayaron una alianza con el fujimorismo? ¿Quién? El escaso tiempo, la turbulencia y la apatía llevarían a la población a elegir más de lo mismo, como siempre ocurre. Los tiempos no están para ensayos y caprichos. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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