Opinión

¿El nuevo barón de la droga?

Por: Hugo Guerra Arteaga

Vivimos tiempos que cada día serán más violentos, hasta que los peruanos pongamos punto final al verdadero causante de todas las desgracias: el corrupto gobierno de Pedro Castillo Terrones.

Hace un año advertimos que una administración de filiación marxista sería una desgracia por la ineficiencia inherente a la subnormalidad de esa ideología. Sospechábamos también que el origen fraudulento de un régimen como este era presagio de corrupción.

Algunos, sin embargo, dentro de su miopía quisieron ver al “lapicito”, un humilde profesor, campesino, bien intencionado dentro de su torpeza intelectual. Otros pretendieron romantizar la falacia de que un pobre llegara a la presidencia. Y los necios imaginaron que volveríamos al sistema de Velasco Alvarado, solo que reemplazado por un izquierdista más bruto.

La realidad ha dado razón a la crítica de línea dura. Castillo, aparte de ser un personaje quinta categoría por su falta de ética y de moral, es truhan de marca mayor. La hipótesis fiscal lo sindica como cabecilla de una organización criminal abocada a asaltar el poder y saquear al Estado en complicidad no solo con los comunistas que lo llevaron al cargo, sino también de su familia, sus paisanos más cercanos y siniestros operadores del nuevo Sendero Luminoso.

Las pruebas que puedan aportar los testigos y cómplices Zamir Villaverde y Karelim López son pocas en cuanto a los delitos de los sobrinos y la cuñada; así como en relación al tráfico de influencias, manipulación de las elecciones y nombramiento indebido de ministros y funcionarios en los diversos niveles del escalafón público.

Hay muchísimo más que embarra al dizque presidente y su corte de operadores criminales; incluyendo, dentro de estos a los mal llamados “ronderos” de Chota. Aunque la caviarada se desgañite esbozando trasnochadas teorías antropológicas sobre la interculturalidad y el respeto a las diferencias étnicas, lo cierto es que en pleno siglo XXI las bandas armadas que operan en el terruño castillista están orientadas a entorpecer las investigaciones destinadas a descubrir no únicamente los ilícitos penales de la “hija-cuñada”, sino sobre todo al tema de fondo: el nuevo emporio de la droga (opio) que sale de los enormes campos de amapola ubicados en Cajamarca; y todo ello ligado también a la organización de fuerzas paramilitares que crecen en el hoy desguarnecido VRAEM.

Así, Pedro Castillo más que jefe de Estado sería el típico prototipo del nuevo barón del narcotráfico. Revestido de discurso marxista, parece ser únicamente un delincuente avezado al que, cual títere, lo manejan manos extranjeras como la cubana. Y que conste que Cuba es desde hace mucho una isla – portaviones del narcotráfico internacional.

¿Alternativa? La sabemos. Pasaremos unas Fiestas Patrias muy tristes y probablemente violentas. Pero si las fuerzas de la historia lo exigen, muchos tendrán que inmolarse hasta que caiga el castillismo degradante. ¡Que viva el Perú!

(*) Analista político

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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