Opinión

La estética y el delito (I)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Ha generado mucha controversia a nivel político y periodístico la propuesta del alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, de colocar macetas y luces LED para embellecer la ciudad y, de esa manera, reducir la incidencia delictiva en determinadas zonas de la capital del país. Parece algo gracioso y hasta traído de los cabellos, pero esta táctica tiene un fundamento teórico de peso, que está basado en la psicología criminal y ya se ha puesto en práctica en algunas ciudades de América y Europa, por cierto, con un éxito que sorprende.

Instituciones globales preocupadas por el desarrollo socioeconómico y cultural del planeta han analizado el tema desde una perspectiva académica y han llegado a la conclusión de que, efectivamente, la belleza espanta a los delincuentes. No, no es un disparate, una cortina de humo o un globo de ensayo. Un claro ejemplo es un informe del Banco Mundial que, hacen ya cinco años, estableció que “si un barrio tolera el desorden, ya sea tirar basura o calles sucias, podría producir –hipotéticamente– un ambiente más propicio para el crimen”. “Estas formas de desorden pueden servir como señales a los criminales de que los delitos no serán ni denunciados ni controlados, es decir, que nadie está a cargo”, agrega el Banco Mundial luego de consultar a diversos especialistas.

En el 2017, el diario El País publicó una información con el título “Un foco de luz que redujo el crimen en casi la mitad: El alumbrado público con luces LED ayuda a combatir la violencia y disminuir los accidentes en Latinoamérica”. Dos años más tarde, el mismo medio español insistió en el tema: “A más luz, más seguridad ciudadana”, poniendo como ejemplo lo ocurrido en ciudades como El Espino (Santa Cruz, Bolivia), Buenos Aires (Argentina), Florianópolis (Brasil) y Aguascalientes (México), donde la colocación de luces LED en las calles trajo consigo la reducción de los actos delictivos.

Estas experiencias demuestran que para combatir la inseguridad ciudadana no solo se necesitan policías para perseguir y detener a los delincuentes. También se requiere de especialistas que, desde enfoques sociológicos y psicológicos, analicen la personalidad, el comportamiento y las motivaciones de los delincuentes. Es decir, trabajar en el aspecto preventivo.

Hay que incursionar, por lo tanto, en la teoría del delito, pero no solo desde el abordaje jurídico, sino con el aporte académico de ramas profesionales como la psicología y la sociología, sin dejar de lado, claro está, la lucha policial. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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