Según la mitología griega, el fénix es un ave de larga vida que se regenera de las cenizas de su predecesor. El mito del ave Fénix existe en casi todas las culturas ancestrales, no solamente en las más antiguas tradiciones sagradas de oriente –egipcios, hebreos, sumerios y chinos– sino también en los mitos y leyendas del llamado Nuevo Mundo –mayas, aztecas, mapuches e incas– que tienen equivalentes similares. El 2021 nos golpeó duro y nos hizo caer, pero nos levantamos, y el 2022 nos encontró dando los primeros pasos. Así como el ave Fénix, el ser humano puede tener caídas aparatosas, pero también posee la facultad de reincorporarse, de renacer de sus cenizas.
La vida del hombre, como individuo y dentro de la sociedad, tiene una impredecible pero inevitable alternancia de altos y bajos. Se suceden momentos de éxito y esplendor que quisiéramos eternizar, pero se ven intercalados con episodios de dolor y tristeza, que a veces tememos no superar nunca. El bienestar idealizado no consiste en procurarse solamente momentos de gloria y realización sino en conocer esta alternancia y aprender de los errores y los fracasos.
Aún enfrentamos una pandemia que ha causado una crisis sanitaria y económica mundial. Pero la experiencia nos ha enseñado a lidiar con el peligro y avanzar sorteando los imponderables con el escudo del sentido común y respetando las reglas para evitar el contagio. Ahora que empezamos un nuevo año se abren también nuevos objetivos, expectativas, horizontes y metas.
No solo el Perú sino todos los países y la humanidad entera están llamados a experimentar esa metamorfosis del ave Fénix, a renacer de sus cenizas, incorporarse y marchar a paso lento, pero seguro, con responsabilidad, compromiso y con ese afán de luchar por la familia y los demás.
Porque si cuidamos a otros no solo nos estamos solidarizando, sino que también estamos cuidándonos a nosotros mismos, pues el virus se contagia y cuantos menos infectados haya, existen menos posibilidades de que llegue a nosotros.
Ese es, precisamente el simbolismo del ave Fénix, que –según la leyenda– trató de impedir, empujado por la lealtad, que las puertas del paraíso se les cierren a Adán y Eva. Lo hizo con tanta vehemencia que una llama lo alcanzó y calcinó, pero fue entonces cuando renació de sus cenizas. Luchemos con la nobleza del ave Fénix. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.
