Opinión

Amistades rotas por la política

EDITORIAL

La política puede unir a las personas, pero también separarlas y convertirlas hasta en enemigas. Puede hasta dividir a la familia y apartar a los amigos. En los tiempos difíciles en que vivimos, de convulsión, inestabilidad, polarización y, sobre todo, división, cobra vigencia la frase “Las ideologías nos separan; los sueños y las angustias nos unen”, de Eugène Ionesco, un dramaturgo y escritor franco rumano, cuyas obras reflejan la soledad de los humanos y la insignificancia de la adoración a ídolos de barro.

Este es, precisamente, el actual escenario en el Perú. Estamos ante dos candidatos presidenciales que pasaron a la segunda vuelta electoral con un mínimo de respaldo popular. Ahora tendremos que elegir entre ellos dos y, una vez más, debemos optar por el que consideramos como “mal menor”. La posición que toma cada uno respecto a estos dos personajes coloca a muchos en dos orillas opuestas, en dos bandos contrarios. Esta dicotomía, que está causando encendidos debates entre familiares, amigos y compañeros de trabajo, lleva a muchos a la ofuscación y la discordia. Las discusiones no solo se dan en los hogares, los parques o los centros de trabajo, también han llegado al ciberespacio, donde hay padres e hijos, amigos, primos y otros familiares que tratan de convencerse los unos a los otros.

En las redes sociales estos enfrentamientos virtuales muchas veces terminan en burlas, insultos y enemistades absurdas cuya causa es la política y la ideología, temas que por lo general el ciudadano de a pie desconoce. Pocos saben en realidad, por ejemplo, qué es una economía social de mercado, capitalismo y socialismo o comunismo, pero estos términos son usados como si todos conocieran perfectamente sus significados.

Lo más difícil en este tema político e ideológico es la creencia que cada uno de nosotros es dueño de la verdad.  Y mientras más cerca se está de la política, como en la actual coyuntura, esta falsa creencia se hace más evidente. Es entonces cuando el divisionismo empieza a romper barreras que, en algún momento, creímos infranqueables. Amistades íntimas, familiares cercanos, buenos vecinos, terminan en el más profundo de los odios. Pero no vale la pena, pues la realidad es que ninguno de nosotros es dueño de la verdad absoluta.

La decisión de por quién votar, claro está, es trascendental y debe tomarse con la seriedad que demanda la encrucijada en la que vivimos. Sin embargo, como dice Ionesco, así como la política nos separa, la angustia y los sueños nos juntan, más aún en estos tiempos de pandemia en los cuales los gestos de solidaridad, unión y humanidad son imprescindibles.

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