Opinión

El fracaso de las AFP en Chile y Perú

EDITORIAL

En Chile, donde se crearon, las AFP son un fracaso. En el 2015, la Comisión Presidencial de Pensiones del país del Mapocho admitió que el 79% de las pensiones estaban por debajo del salario mínimo y un 44% eran menores a la línea de pobreza. Por eso, el Gobierno mapochino, ante la crisis por la pandemia y la presión de la población, viene aprobando diversas leyes para que los trabajadores puedan disponer de partes de sus fondos. El último proyecto para estos efectos, el Ejecutivo chileno lo envió al Congreso el lunes pasado. Sin embargo, el gobierno del Perú, que copió el modelo de pensiones que en su propio país de origen es un fiasco, rechazó el reciente proyecto para aprobar un retiro de 17,600 soles. Una decisión a todas luces insensible e inhumana.

Sebastián Piñera, cuyo hermano creó el sistema privado de pensiones durante la dictadura de Augusto Pinochet, indicó que el proyecto presentado a la Cámara de Diputados modifica la ley Nº 21.295 y permitirá a los chilenos nuevamente retirar el diez por ciento de sus ahorros previsionales.

Las voces de rechazo a las AFP en Chile no son de ahora. Según el economista chileno Andrés Solimano, las AFP no cumplen la función y promesa para la cual fueron creadas: entregar mejores pensiones que las del sistema de reparto. Agrega que las pensiones son bajísimas y no cubren las necesidades mínimas de un trabajador que se jubila a la edad que le permite la ley; perjudica a las mujeres, un sector de los trabajadores no está integrado al sistema, entre otros perjuicios.

El presidente Francisco Sagasti parece estar de espaldas a la realidad del país, que afronta una crisis terrible por la pandemia y los trabajadores necesitan con urgencia parte del dinero que aportaron. Muchos tienen que pagar facturas de oxígeno, medicinas, camas UCI y atención en clínicas privadas, las que cobran un ojo de la cara, porque los hospitales públicos están repletos y con pacientes haciendo cola en sillas de ruedas. Otros, debido al desempleo, no tienen ni qué comer y ese dinero de las AFP sería providencial para no pasar hambre.

Sagasti y el ministro de Economía, Waldo Mendoza, se muestran como funcionarios indolentes. No les falta razón a quienes los califican de lobistas y defensores de los grupos de poder económico, que desde ya gozan de otras gollerías como la exoneración de millonarios impuestos. El actual gobierno pasará a la historia por su mediocridad y la injusticia de sus acciones. El régimen de Sagasti es, sin duda, la continuación del de Martín Vizcarra.

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