Opinión

El caso Ricardo Morán

Por: Luciano Revoredo Rojas

La batalla de Ricardo Morán por obtener la inscripción de dos niños que adquirió mediante el método de la maternidad subrogada o conocido vulgarmente como vientres de alquiler, tiene mucho trasfondo que hay que conocer antes de dar opiniones sensibleras o superficiales.

En primer lugar, hay que definir en qué consiste esta forma de gestación que es la que ha usado Morán para tener los dos niños. La gestación subrogada implica que una mujer, accede mediante un contrato comercial a gestar al hijo de otra persona o pareja. La gestante aporta en este contrato su útero en el que se colocan, en el mejor de los casos, óvulos y espermatozoides de la otra parte contratante y queda como el depósito en el que crecerá el niño que luego de dar a luz debe indefectiblemente entregar a quienes han hecho este acuerdo comercial con ella. En el contrato la gestante renuncia al derecho de la maternidad. Al respecto el reconocido neonatólogo Nils Bergman señala: “Lo peor que le puede pasar a un recién nacido es que le separen de su madre”

Esta es una práctica prohibida en la mayoría de los países del mundo ya que se considera que viola los derechos humanos de la gestante y de los niños que son tratados como una mercancía producto de un contrato comercial. Entre los lugares donde es posible acceder a este tipo de operaciones comerciales, los más comunes son Estados Unidos, Canadá, Ucrania, Rusia y Georgia. Sin embargo, las condiciones legales no son iguales. Por ejemplo, en el caso de homosexuales que desean adquirir niños, como es el caso de Morán, solo es posible en Canadá y parte de Estados Unidos.

Está claro que Los Derechos Humanos recogen el derecho de los niños a crecer con sus padres, pero no existe ningún derecho a tener hijos ni mucho menos a “adquirir hijos”, ni a poner en riesgo la salud física y emocional de otra mujer para que conseguir un hijo. Mediante esta práctica se vulneran los derechos humanos de las mujeres al reducirlas como un contenedor como madres al llamarlas gestantes y de los niños que no son hijos de su propia madre y pierden su identidad. El drama de estas mujeres y el trauma al que son sometidas es de por vida. En la mayoría de los casos son mujeres de países pobres que solventan su vida con sucesivos partos de niños a pedido. Por otro lado, los niños crecen en el mayor desarraigo.

En la actualidad ya existen asociaciones de personas nacidas mediante este sistema que promueven su prohibición para que esta forma de tráfico de personas, identidades y dignidades humanas, que cosifica y mercantiliza a la madre y al hijo, cese y solo sea recordada un mal episodio en la historia.

A todo esto, en el caso de Ricardo Morán hay que sumar que lo que él exige es la inscripción como peruanos de los niños que nacieron mediante este tipo de contrato comercial con una madre anónima en Estados Unidos. La respuesta es muy simple. La legislación peruana exige la existencia de una madre que él se empeña en negar a los niños en cuestión. No se diga más.

*Analista político

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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